miércoles, 14 de diciembre de 2011
Rescatándome
jueves, 8 de diciembre de 2011
Como un zumbido
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Salud a tus secretos
martes, 6 de diciembre de 2011
Moldeando el barro
lunes, 5 de diciembre de 2011
Conteos
domingo, 4 de diciembre de 2011
Desandar los pasos
sábado, 3 de diciembre de 2011
Consolaciones
viernes, 2 de diciembre de 2011
La hora de inventar promesas
jueves, 1 de diciembre de 2011
Las sirenas de la calle
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Inclinar el vaso
martes, 29 de noviembre de 2011
Árbol de agua
domingo, 27 de noviembre de 2011
Donde los cuervos nacen
viernes, 25 de noviembre de 2011
Sembradíos del porvenir
domingo, 24 de julio de 2011
Capitán de mitos
sábado, 23 de julio de 2011
Océanos en el pavimento
viernes, 22 de julio de 2011
Pepenador de pensamientos
jueves, 21 de julio de 2011
Sorbos callejeros
miércoles, 20 de julio de 2011
Cuando me da la gana
martes, 19 de julio de 2011
La noche es de agua
lunes, 18 de julio de 2011
Comezones
domingo, 17 de julio de 2011
De cosas insignificantes
viernes, 15 de julio de 2011
Catapultas de sonidos
jueves, 14 de julio de 2011
Otra vez sin sol
miércoles, 8 de junio de 2011
Las brasas de la melancolía
domingo, 6 de marzo de 2011
Cantinero de mis propios vicios
viernes, 4 de marzo de 2011
jueves, 3 de marzo de 2011
Como un trozo de escritura
miércoles, 2 de marzo de 2011
Quedar bien
martes, 1 de marzo de 2011
La comodidad de la ignorancia
lunes, 28 de febrero de 2011
La moneda sobrante
domingo, 27 de febrero de 2011
Oídos necios
sábado, 26 de febrero de 2011
Residuos de realidades
viernes, 25 de febrero de 2011
Las cosas que no sé
jueves, 24 de febrero de 2011
Lágrimas de paja
miércoles, 23 de febrero de 2011
La escalera que baja
martes, 22 de febrero de 2011
Necedades que prometen
lunes, 21 de febrero de 2011
Hacer con el ensueño
domingo, 20 de febrero de 2011
Arrinconado a ser mi nombre
sábado, 19 de febrero de 2011
Despertar de malas
viernes, 18 de febrero de 2011
Tocado en el alma
jueves, 17 de febrero de 2011
La muerte prematura
miércoles, 16 de febrero de 2011
¿Lujurias desenvainadas?
¿Has ido por las calles cosechando la imagen de unas piernas descubiertas con minifalda; la postal de unos jeans ajustados incrementando, acomodando o hasta inventando los brotes curvos de unas caderas; la fotografía realista de un escote que menciona con presunción o timidez el principio donde se gestan, como asideros perfectos de la mano, unos senos transparentes? La mujer tiene anzuelos en el cuerpo, en su manera de vestir, en su forma de estar, que aunque no lo quiera lanza al mar de las miradas de los hombres. Con ellos pesca a diario cardúmenes de ojos que escudriñan. También la espalda y la cintura desnudas, las prendas que asoman un tirante o un encaje son trampas donde caen los predadores ojos del hombre. ¿Qué has respondido cuando una mujer pregunta sobre la ganancia que deja mirar a una mujer? “¿Qué ganas con sólo mirar?”, pregunta ella. La ganancia de una mirada está en las ganas de seguir viendo. Y se mira para saber si se está encontrando lo que se busca. Y se busca lo que la testosterona y el apetito primitivo conocen. ¿Acaso has creído que mirar mujeres es sólo cuestión de lujurias desenvainadas?
martes, 15 de febrero de 2011
¿Persigues al viento?
No es posible sujetar nada de forma definitiva. Lo único que se tiene es un instante que se fuga a cada instante. No hay acumulación de historias que resistan la aridez del tiempo. No hay cofres llenos de vivencias que permanezcan intactos por siempre. No hay perpetuidades sostenidas. Todo es pasajero como lo es el tiempo que dura la palabra escrita, como lo son las décadas que tarda en desintegrarse el hueso del dinosaurio en la arcilla. La duración de las cosas y de las circunstancias de los hombres son fugaces de forma idéntica a la fugacidad del sol. ¿Dónde se puede guardar de forma segura lo etéreo y lo efímero? ¿Dónde puede permanecer eternamente lo pasajero? Querer salvar del naufragio lo que se tiene es igual que perseguir el viento asiéndolo con las manos. Las duras jornadas de trabajo a lo largo de una vida no son para resistir el invierno de la nada. La muerte con sus óseas alas ordena los semáforos que dan paso a la ceniza o que retienen a la gente viva sobre las banquetas. Si todo se pierde algún día donde ni siquiera las maldiciones son eternas, ¿cómo has podido defenderte del filo del verdugo que acaricia tu cuello? ¿A qué verdad has encomendado tus rezos personales?
lunes, 14 de febrero de 2011
En el borde de la arena
domingo, 13 de febrero de 2011
Andando entre multitudes
sábado, 12 de febrero de 2011
También de una pared
viernes, 11 de febrero de 2011
Corazón yermo
jueves, 10 de febrero de 2011
Manantial secreto
Llega un momento de la existencia de un hombre en que, por la experiencia acumulada, sabe que ya le ha ganado un peón en el ajedrez a la vida. Esto es, de acuerdo a la filosofía de la cotidianidad, como cuando en una pelea callejera el perdedor, aún recibiendo una paliza y con la punzada de la derrota en las costillas, puede salir con una sonrisa sabiendo que el otro se llevó un par de buenos puñetazos. ¿Qué le has quitado a la vida para que aún vencido te sientas victorioso? ¿Te has deleitado en las frondosas aperturas del amor, le has mordido los labios a un orgasmo, pellizcado la carnuda cintura a la alegría? ¿Has metido en tu cabeza fotografías y videos de tus aventuras en alta mar; en las regiones áridas donde has encontrado un manantial secreto; en los casquetes polares copulando con tu soledad, produciendo la comprensión y el entendimiento de zonas de ti mismo, descubriendo las grietas por donde minúsculas partículas de felicidad se han filtrado hasta tu alma? ¿Qué le has arrebatado al tiempo que aún fluyendo en su marcha inevitable no te asusta su terminación?
miércoles, 9 de febrero de 2011
La materia
martes, 8 de febrero de 2011
Libre de culpa
A veces me canso de navegar sobre lo amplio de una sonrisa, de ofrecer puerto seguro al arrogante, de permitirle al fanfarrón la risa de un mal chiste. Me canso de aplaudir el discurso de lo establecido, de acatar la ley por obediencia, de permitir que mi disgusto termine devorándose a sí mismo. A veces quisiera ser el callejón donde se terminan mis miedos, el veneno que asusta y estremece a quien lo reconoce, la furia del ciclón que calla cualquier voz. Me canso de que en mi piel yazca la queja que menciona con insistencia el desastre ocurrido, me canso del temblor de mis piernas a la entrada de la cueva donde roncan furias invernantes, del escozor que arde desde el interior de la sangre. Quisiera retar al destino con el atrevimiento natural de los egregios, con una mirada sostenida, con la paz interior de saber que todo está bien. También quisiera no arrepentirme del derechazo soltado directamente al rostro de mis miedos. Quisiera sentirme satisfecho perpetuamente, no quebrarme ni sentir culpa de mi osadía, no traicionar mi sonrisa de victorioso al ver el incendio provocado por mis llamas. ¿Te has sentido libre de culpa después de arrojar la piedra?