miércoles, 20 de mayo de 2015

El chasquido de mis pasos al andar

Me escondo entre las baldosas del reloj. Me aburro de la gente y empiezo a buscar escondrijos donde estar. Cavo en mis pensamientos desenterrando mis vicios personales. Me entristezco a solas porque no me gusta compartir lo que nadie entiende. Pero luego se me pasa al igual que se me pasa una jugada de ajedrez terminada en derrota. Con atino y precisión me hago vivir y el desaliento lo guardo bajo la suela de mis zapatos para gastarlo a cada paso. Me echo a andar por las calles llevando mi libreta en busca de un lugar de la calle que me haga sentir en casa. Y mi casa no es el lugar donde vivo, como y duermo, sino el sitio donde estoy en paz conmigo mismo, el lugar donde respeto completamente lo que soy  experimentando lo que llevo dentro. ¿A estas alturas de la vida has podido inventar una fórmula de salvamento que te saque de debajo de las baldosas donde te refugias? ¿Has podido salir airoso de ahogamientos emocionales, decepciones de concepto, pérdidas de destino, desencuentros con la vida, cánceres de un día? Yo he podido rescatarme del desaliento refulgente escuchando sólo el chasquido de mis pasos al andar.

martes, 19 de mayo de 2015

Los escalones del tiempo

Me vuelvo un enterrador de cosas efímeras cuando llueve. Salto por los escalones del tiempo y me alegro a pedazos por esta tristeza que deja la lluvia al morder mi alma. La noche se hace amplia como una trampa para osos y caigo en ella inevitablemente. Me ubico en la cornisa de mis pensamientos y desde ahí salto a ver si puedo volar. Y antes de morder el pavimento por enésima vez, surge en mí una esperanza y le sujeto las alas para volar con ella.

jueves, 7 de mayo de 2015

Arraigado en la memoria

Sentí la mordedura en el hueso superior de la memoria y empecé a recordar lo hecho apenas hace más de 35 años. Seguramente a estas alturas del camino ya te has preguntado muchas veces por qué se aferraron con tanta precisión las vivencias de la infancia. A la fecha, soy capaz de desplazarme mentalmente por mi antigua casa donde viví de los 5 a los 10 años. Puedo recorrer con los recuerdos los callejones por los que corría cada vez que mi mamá me perseguía manguera en mano. Soy sensible a tocar con la memoria el olor de los ladrillos mojados de las bardas que brincaba, después de la lluvia, para entrar en los deshuesaderos de camiones a recaudar piezas de fierro para su venta. Puedo sentir, bajo mis pies desnudos, la arenilla y el lodo que pisaba al andar descalzo cada vez que salía al mundo a vagar con identidad propia.  Los mejores recuerdos por su nivel de intensidad son los que grabe en mi alma cuando era niño. Los que he añadido después han tenido diferente arraigo en mi cabeza. Y curiosamente lo que viví ayer o hace una semana sé que lo olvidaría si no lo registrara en mi diario de escritura. ¿Has corroborado que hay recuerdos que se arraigan en la memoria con dientes y garras y que es difícil erradicarlos de forma definitiva? ¿Has notado que si enfrentas tus recuerdos con la nueva realidad, es como si hablaras de cosas diferentes?

miércoles, 6 de mayo de 2015

Las posibilidades de la miel

Me chupo los dedos por los que escurre la miel del día. Abro mi corazón y entre músculos, arterias y venas descubro que mis emociones sonríen como si de felicidad se tratara. Algo incrédulo sobre el asunto me dedico a permanecer en esta sintonía. Me percato del tiempo y noto que avanza rápido como cuando se está a gusto. Luego abandono mis pensamientos sobre el tema para salir a las calles a descubrir nuevas postales. Me pierdo en la ciudad, pero me acompaña, tercamente, esa miel derramada que me hace sentir los sabores más intensos. Veo y oigo como si mi cuerpo fuera el de un Lázaro resucitado. Siento los muros de la cancha de frontón como si fuera la pulcra piel de una mujer hermosa. Juego a rebotar la pelota y entro en un ritmo de va y ven. Sólo el cansancio y el sudor me hace remitirme a que estoy vivo. Termino el juego y avanzo, entre paredones de calma y de certezas, hacia la nueva noche que se abre con nuevas posibilidades. En casa la sensación permanece y se perpetua a sí misma. Entonces me pregunto si esto de la felicidad será un asunto verdadero. Me contesto cosas inciertas y me dejo permanecer en mis dudas. ¿Has levantado de debajo de las piedras la sonrisa que te durará un día entero? ¿Has comprobado que la dulzura queda en los labios después de beber la miel chupándote los dedos?

martes, 5 de mayo de 2015

Camaleón de paja.

Como un camaleón de paja está oculta la verdad en el mundo. Los escalones que bajan llevan a pensar con profundidad sobre el destino inconcluso del hombre. Anoche soñé que renacía de la ceniza que quedó en tierra al perder mi alma. Escribir es mi cura y vivir mi enfermedad. Soy crónico patológico en la espesura de la nostalgia. Me gusta la lluvia y los senos de sirena. No soy devoto de la mentira y admiro a los santos que nadie reconoce. Las nubes tienen olor a margaritas cuando alzo la vista y me pregunto a mí mismo por qué dudo de las verdades de otros. Canto desafinado y dibujo garabatos. Mi poesía son letras del intestino delgado y mis versos contienen los residuos de un colon irritado. ¿Has dibujado cosas que no se parecen a lo que intentas decir? ¿Has armado un camaleón de paja y lo has quemado con cerrillas para descubrir en el humo un canto perenne?

lunes, 4 de mayo de 2015

Manipulando el minutero

He levantado las piedras del tiempo para ver mis opciones en el presente. Y caigo en la cuenta de que el eterno instante se construye con la suma del tiempo acumulado. Es una fuga permanente de instantes que se van y de instantes que se recuperan. Es la cara de las horas descarnándose en el lecho de mis pensamientos. Es mi mano ajustando los engranes del pasado favoreciendo el presente. Es el borde de mi alma manipulando la manecilla del minutero haciéndola perdurar por más tiempo. ¿Te has preguntado sobre el mecanismo psicológico del calendario, sobre la moneda de cambio que usa el tiempo? Para mí es la red que lanzo al mundo para tener vivencias, para extraerlas de la realidad material y madurarlas en el caldero de los recuerdos. No puedo imaginar un sólo día en el que el harapiento de mi pasado no esté al alcance de mi mano. Soy memoria en fundamento, y sin ella no soy nada. ¿O qué se puede ser si la vida sólo fuera movimiento que fluye sin decantarse en la memoria? ¿Te has preguntado que sería de ti si no recordaras ni la esquina inferior de tu rostro, ni el tacto terso y lleno de frescura de la pierna que tu mano le toca a la existencia? Olvidar del todo es como morirse estando vivo. Por ello, recordar es dobletearle a la vida un par de orgasmos. Es incitar a unos labios a anticipar el sabor de un beso prolongado. Es imaginar lo que vendrá antes de tenerlo. Y por esto mismo es tenerlo antes de vivirlo. 

sábado, 2 de mayo de 2015

Recuerdos del porvenir

Me pierdo en el tiempo haciendo múltiples malabares existenciales. Saco las sonrisas que nacieron al principio de la mañana y me siento satisfecho de creer en mis terquedades. Brindo en lo alto por los días ganados al calendario y mis manos se entretienen rebotando la pelota en los muros donde sueño. Hace días me metí a un templo a descansar las piernas después de vagar un rato por el centro de Celaya. Era el templo de San Agustín y eran días de andar sólo. Me gustó en particular la piedra labrada formando retablos con motivos florales. Me gustó sentirme un explorador confinado en el bosque urbano. Andando en esta actitud me gusta la calle que piso, los mercados que visito, la gente que va y viene sin que se percate de que la veo. Me gusta la ausencia de conocidos, las miradas que no me ven, los lugares que visito por primera vez. Disfruto la ciudad y sus esquinas, sus mujeres de paso que pasan dejando sólo una imagen que alcanzo a capturar con la mirada. ¿Te has sentido naufragado en una multitud sin nombre? ¿Has lanzado la herramienta de tus ojos para fabricar en tu mente los recuerdos del porvenir?