sábado, 16 de mayo de 2009

Catedrales espirituales


Los sentidos de la existencia se ven tolerados mediante el olvido. Los trámites que el hombre hace para llegar a encontrar una justificación existencial son muchos y muy diversos. Cada persona busca un destino; acicala un sueño y desea lo inalcanzable. Cada camino recorrido, mar abierto inexplorado, y cada huella dejada en un cielo de posibilidades le da al hombre su propio sentido de búsqueda. Nadie puede ponerse la piel del otro ni quitarse la propia para ser lo que quiere. Nadie tiene boletos comprados de perpetuidad. Todos somos de ceniza, de polvo que respiramos, de fragmentos moleculares de piedras milenarias. Somos un trozo de tierra apretujada por el tiempo. ¿O qué, somos algo más?

Tiraderos


Otra vez el autobús ha detenido su avance delante de mí. Me invita a subir y dudo. Miro el letrero que marca su destino: “La vida va”. Alzo la mano pidiendo subir y el conductor abre sus puertas. Ya arriba, el autobús avanza y yo me instalo en un asiento solitario. Pienso en lo que siento, y experimento paz. ¿A fin de cuentas qué es la vida? ¿Un sendero que se transita? ¿Un camino que se inventa? ¿Un destino? ¿O una elección?
La vida es un eterno retorno a lugares personales, a sueños derruidos, a proyectos inacabados. La vida amplía sus fronteras y los años se acumulan en los huesos.