viernes, 31 de marzo de 2017

Su piel de piedra

Un trueque valioso. Mi viejo de piel de piedra por tener un corazón sufrido, me dijo: “Que escribiste un libro”. Asentí y me dijo: “Deberías traerlo para ver qué aprendo”. Y ahí van mis Letras de ceniza a las manos de mi padre. Él no sabe de trueques ni de literatura, pero su interés por lo que hago me dio mucho: una lluvia interior que me refrescó el alma, un llanto silencioso, sin lágrimas y lleno de encanto. Qué generoso al mostrar su interés. Qué sensible a pesar de ir cargando un caparazón de piedra en lo que dice, hace y demuestra. Qué humano por acercar sus ojos cansados a mis letras que nada dicen y que nada enseñan.  Ya me dirá lo que tenga que decirme, pero por el momento el intercambiar un fajo de papeles llenos de palabras necias por su atención me deja ganancias que no me caben dentro. ¿Has sufrido el vestigio de un cariño que no llega, que no puede darse o que simplemente está maniatado en los nudos de un corazón? ¿Has deseado el abrazo sincero de aquel que te dio vida, o la palabra de afecto que no es capaz de pronunciar por estar herido?

Sonrisa de plomo

Que tus ojos entren en estos textos como la llave en la puerta y como el filo de un beso en una boca amorosa. Que tus manos logren dar en cada vuelta de hoja una oportunidad a seguir leyendo. Que encuentres, entre tanta palabra coja y torcida por la bruma, un indicio de ti mismo, la estructura de la fórmula que te invite a descubrir un principio verdadero o el fragmento de un sueño aún no inventado. Qué puedas descubrir el contorno exacto de una idea  leyendo la breve palabra que aquí se oculta. Que encuentres puerto seguro en estas letras embravecidas por  las emociones de un corazón que quiere decir algo. Que tus ojos no se cansen de buscar el respirar de un pez en río revuelto. Que tengas lluvia fresca en primavera y en otoño una melancolía que haga crecer un fuego nuevo. Que leyendo encuentres lo que pensando supones o lo que soñando quieres o estás buscando. ¿Has sabido entender lo que quiere decir un verso descompuesto que no has escrito o desentrañar lo que lleva adentro una prosa ciega? ¿Le has brindado el beneficio de la duda a una sonrisa falsa que brilla plomizamente? 

jueves, 30 de marzo de 2017

Entrar de viaje

Salir de paseo siempre ofrece una entrada a la aventura. ¿Alguna vez has intentado contradecir los términos de las palabras y has entendido que pueden llegar a significar algo más completo? Salir de paseo siempre será ir a un lugar próximo o distante, pero a fin de cuentas será moverse para estar ahí: en el campo, en la ciudad o en el mar. Entrar de paseo ha de significar entonces quedarse en un sitio y abrir los ojos hacia adentro. Hay días, sobre todo muchas mañanas, en que permanezco acostado en la comodidad de mis sábanas. Ya la claridad mete sus rayos de luz por las grietas de las cortinas. Ya los ruidos de la calle empiezan a ladrar. Ya alguna voz de algún pendiente me dice que me levante y ande. Pero yo no hago caso y me sumerjo bajo la cálida tierra de mi madriguera afelpada. Como si fuera un oso hibernando me sumerjo en el beso del descanso y entro de paseo. Viajo lejos porque regresa mi mente a la infancia de hace más de treinta y cinco años. No entiendo por qué son cosas inolvidables, imágenes indelebles que representan una realidad verdadera. Entonces vuelvo a mis territorios infantiles y comienzo a sentir de nuevo la tierra bajo mis pies descalzos, la lluvia en mi rostro mientras alzo la mirada para ver las borrascas de un azul plomizo, el frío que cobija y que hace entender la vida. Entrar de viaje al pasado me ayuda a saber lo que fui y a no perder mi identidad. Me ayuda a recrearme en épocas felices y a encontrar los principios de lo que soy en lo que fui. Me sirve para seguir viviendo un poco más antes de levantarme de la cama, los sábados y domingos, antes de ponerme el traje de adulto y empezar con las labores. ¿Has entrado de viaje sin gastar un peso, sin hacer maletas, y sin formarte en los andenes de ascenso para abordar el autobús? Si lo haces a menudo o de vez en cuando, es bonito regresar cargado de recuerdos para compartir con los amigos.

miércoles, 29 de marzo de 2017

La caída y el fracaso

Regresar los pasos sobre las huellas dibujadas en la arena también es avanzar. Nadie puede retroceder ni concederle un descanso al tiempo. Todo es avanzada constante, vanguardia que abre brechas, pasos que dibujan caminos. Si fuera posible volver atrás, recorrer las manecillas del reloj y recuperar lo perdido, estoy seguro que sería parte de nuestro andar. Los errores los regresaríamos a cero y los convertiríamos en aciertos, las caídas y los fracasos serían borrados. No habría una decepción permanente ni el perdurable borde de una cicatriz. Todo sería recomenzar una y otra vez hasta la perfección, hasta el dominio del instrumento y de la herramienta. Sin embargo, la perfección pocas veces se cumple. Al hombre sólo le está concedida la mejora. Ser más mañana de lo que se es hoy. Pero a la par de la superación pausada, metódica y lenta, esta el retroceso de lo ganado. No el regreso del tiempo, sino la pérdida del avance.  

martes, 28 de marzo de 2017

La caja ósea

¿Te has preguntado por qué la gente teme la presencia de un cráneo descarnado? Esto visto más como signo y acontecimiento que como verdad palpable. Esta imagen impera en una presencia mortal. Es un recuerdo del polvo amasado en olvido, la evidencia de la sangre que se ha marchitado. El cráneo humano es una caja osea, protectora del órgano que contiene alrededor de cien mil millones de neuronas con sus sinapsis y sus procesos mentales, con sus laberintos cargados de recuerdos y vivencias. Todos llevamos un cráneo dentro y no le tememos mientras estamos vivos. Curiosamente la única parte del cráneo que se ve en la cotidianidad de la vida son los dientes. Y estos son vistos como la luz de una sonrisa, como algo bueno.

La tabla química de mi alquimia

Quiero ser el alquimista fecundo que convierta la plomiza tristeza en lustroso oro, que sepa transformar unas onzas de pesar en medio nanogramo de luz, que cambie una laberíntica mente llena de sombras en un camino llano bajo el sol. La tabla química de mi alquimia tiene elementos necesarios para mi vida: el oxígeno de un aliento de mujer, la sonrisa de oro con que me saluda el porvenir, el cobrizo destello de una verdad de raza pura, el carbono de la carne que me sustenta al andar, la plata que derrama la luna sobre la mar solitaria y profunda, el calcio adherido a mis huesos que soportan el tiempo, la caída de plomo que sufro y que hunde mis pasos en el arenal, y el helio que es la sangre con que me logro levantar de los tropiezos.  La tierra que piso es suave cuando la beso con los pies desnudos. El aire crespo e hirsuto que me presta sus labios al volar en tardes nubladas me sabe a fresa madura, carnosa y etérea. El fuego cálido de tus muslos suaves me encadena como una boca guarda el beso que promete dar. El agua con sal de mar con que mi vida llora por estar fiel a la existencia. Me alimento del cacao amargo caído de la planta virgen. Bebo del elixir que gotea por la fisura por la que la existencia se diluye. Cuento las arenas que caen como verbos conjugados en un tiempo eterno. ¿Has enumerado los elementos que te forman y que te hacen ser una fórmula química dorada al sol por un aliento divino? ¿ Has sujetado en la explanada de tu mano la tabla periódica que te hace ser, entender y suponer un puñado de verdades que se esparcen en el tiempo como arenas arrastradas por la noche?

lunes, 27 de marzo de 2017

Inmune a la vida

Me pongo a pensar sobre lo que será del tiempo cuando ya no esté interesado en su lento desplazamiento, lo que será del mundo sin mi corazón para quererlo, lo que sufrirá el espacio donde duermo cuando mis sueños ya no despierten. La muerte es un destino común para todos al que nadie quiere dirigirse, una estación ferroviaria a muchos kilómetros de aquí, un puerto inseguro en el que atar la barca no da certezas. ¿Qué has dejado de herencia al mundo estando vivo? ¿Qué heredarás a las cosas cuando mueras? Supongo que me echarán de menos el sillón donde me mezo, los libros que ya no tocarán mis ojos, la soledad que amo al quedarse sola. Me extrañará el aire que se metía en los laberintos de mis suspiros, el gas que era alimento de mis sueños, la materia real que me hacía sentir arcilla en el invento de moldearme a mí mismo.Me echará de menos el espacio desocupado por mi cuerpo, el breve goteo de arena cuando lloraba a solas, la insoportable ingravidez inhumana de ser inmune a la vida. Le haré falta al destino para desafiarlo en un volado, en esa apuesta donde se juega todo y donde se paga con la vida. Seguramente cuando muera me notarán ausente mis zapatos viejos; las piezas de ajedrez que ya no mueva; la pelota de frontón inerte en el olvido, carente de las caricias de mis puños. Sin duda alguna me echarán de menos, me querrán de más, les haré falta.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Escamas de estación

Conduzco de noche sobre pavimentos empapados. Voy descalzo y hace frío. No soy un conductor suicida. Simplemente, un conductor de mi alma. Me gusta la calle y andar sobre su piel de asfalto. Me gusta la noche cuando la soledad sonríe. No sé por qué siempre me gustó andar sólo. Es un momento de sosegada calma, un instante que se pega a lo que traigo dentro. A veces sólo veo, desde mi jardín de tiempo, el caer de la primavera en cada flor de jacaranda. Me pregunto por qué es así y me respondo mucho. Entiendo sin entender tanto y me consuelo mirando la lluvia lila. ¿Cuando la cuesta empinada de la tarde es bordada de caracolas presurosas te has puesto a pensar en los motivos que conoces para sonreír por nada, para sentirte satisfecho sin premuras claras, con evanescentes luces? ¿Has cautivado tu propia sonrisa mirando las escamas de estación sobre tu piel despierta?

martes, 21 de marzo de 2017

Con o sin motivo

Me gusta salir de aventura aún estando en la oficina. Me encanta ser parvada de boca enamorada. Practico las fugas existenciales que me llevan a otros pastizales. Almuerzo con quimeras que son hembras verdaderas. Salgo al campo de las flores por respirar otros olores. Me alegran los días grises porque saben ser felices. Voy como el elefante mordisqueando algún instante. Te pareces a una hada por tu fina carne helada. Anhelo llegar a viejo teniendo liso el entrecejo. Despierto de buen humor con un pez en mi interior. Cosecho blancas esperanzas mientras veo crecer mi panza. Siembro paz en mis jardines como bordo calcetines. Bebo fuegos destemplados con mis labios abnegados. Germino primaveras después de amar sirenas. Caigo desde un cielo santo y me sano con tu canto. Las hadas y las mujeres son brebajes que tú quieres. No sé decir palabras buenas que estén libres de penas. Gobierno el timón al rugir como un león.  ¿Has contado historias prohibidas como si tuvieras siete vidas? ¿Has ido contracorriente entre un mundanal de gente? ¿Te has sentido vivo con o sin motivo?

lunes, 20 de marzo de 2017

El retrato de lo pasado

Se amontonan como montañas de trigo. Imágenes que perdieron vigencia y que dejaron de ser. Lo que pasa es el pasado y lo que se queda siempre es el eterno e inmediato presente. Nunca es pasado hasta que deja de ser instante. Pareciera un juego de la inmaterialidad hablar de lo que ya no es y de lo que será. ¿Te has comprometido a sujetarle las hirsutas barbas a la eternidad y a espulgárselas para separar los tiempos que se vivieron, se viven o se vivirán? 

Sonreírle al vulnerable

Cuando estoy triste me consuelan las luces de tus ojos, tus dedos como peinetas entre mi cabello y la explicación de que las tempestades no duran tanto. Cuando me quedo mudo y miro hacia mis propias derrotas me gusta el tono de voz con que me das la esperanza de continuar a bordo. Me gusta que me veas como si fuera otro: vulnerable y roto, y que te empeñes en contarme chistes y anécdotas de tus caídas que yo he cuidado. Cuando llego a casa descalzo de ilusiones abrazas mi indefensión usando artilugios amantes. Nunca me tratas como a un niño ni pones en uso tus lecciones maternas. Por esto mismo a veces paso por triste, te muestro mis descalabros y te pido vendajes y pomadas. Lo hago porque me gustan tus atenciones y tus cuidados. Pero me gusta más el trato que me das cuando tu eres la de los raspones, cuando te has caído de la banqueta de los anhelos y estás hermosa con lágrimas derramadas. Entonces yo te tomo al lado de mi corazón y bebo tu llanto para aliviarte el alma. No es que sepa hacerlo, sino que tienes confianza en mis palabras. Algo que no entiendo he de darte en un abrazo. Algo que tengo sin saberlo te da consuelo y suspiros prolongados. Lo que no sé de mí tú lo tomas y renaces. Por eso me gusta ser el fuerte y atender tus alas rotas, por eso me agrada tanto que sepas que estoy a tu lado. Y a veces pienso que finges que caes para que te levante. Muchas veces me he dado cuenta de que te gusta provocar en mí lo que yo mismo no conozco, con la única intención de hablarme bien de mí viendo lo que logro en ti. ¿Has entendido que cada persona rescata en la otra lo que sabe ser? ¿Has procurado sonreírle al vulnerable para que se sienta fuerte?

sábado, 18 de marzo de 2017

Lo terco que puedo ser

Cuando busco algo, cuando pretendo algo, saco a relucir mi mayor virtud, que por coincidencia casual resulta ser mi mayor vicio. Así, cuando quiero conseguir algo, necear es el mayor mérito. Esto lo digo con mayúsculas, lo subrayo con esfuerzo y lo hago notorio con negritas. Lo terco que puedo ser cuando algo me nace en la cabeza o me germina en el corazón tiene su masa, su longitud y su densidad. Sepan que cuando quise elevar el vuelo, caí desde lo alto y raspé mis alas. Cuando pretendí llegar lejos tropecé con mis propios pasos.Luego emprendí a nado la búsqueda de sirenas, pero el mar negro mordisqueó mi sueño y ahogó mi intento. Tengo un historial terco de besos fracasados, besos rotos en seis partes, mudos, paralíticos y desesperanzados. Pero mi terquedad me llevó a tu boca, a seducir mordiendo la roja fruta apetecida. De tantas caídas caminando aprendí a trotar cayendo. Con tanta marcha a destiempo logré correr fuerte y llegar puntual al destino prometido. Ahora vuelo alto sin lastimar mi vuelo. La terquedad me ha dado impulsos para continuar el viaje. 

viernes, 17 de marzo de 2017

El nado de un pez en mi interior

Conozco la ruta hasta el desierto, hasta esa tierra donde la lluvia no existe. He ido de viaje a los páramos desolados, donde no hay amigos ni un abrigo vago como el de las redes sociales. He estado bajo cero sólo con la tibia razón de persistir. Conozco la arena sin miel, la sequedad en el consuelo, la boca agria por no conseguir la palabra cierta que da esperanza. He comprendido lo mucho que se puede tener en la palma de la mano, sin tener nada más que la alegre condición de tener la mano, de mover los dedos, de tocar el aire. Y ahora que tengo un poco más, creo tener mucho y hasta supongo que nada me falta. Porque después de abarrotar la nada, lo minúsculo se vuelve un todo. Lo que no existía se torna real. ¿Has comprendido por qué razón en la abundancia las cosas dejan de valer y en la carencia lo poco vale mucho? No me explico aún la condición humana, pero estoy seguro que tenemos un mecanismo de compensación que nos hace negar lo afirmado o afirmar lo evidente. Es como el nado de un pez que en mi interior no va a ninguna parte, es como el vuelo del ave que se eleva con escamas, es como la piel del caracol que se derrite cada vez que ama el pavimento. Es mejor empezar de nada para ir a más que caer de una cornisa elevada.

jueves, 16 de marzo de 2017

No sé tu piel

Me gusta el calor negro de tu pelo y su negro color cuando yace yerto sobre la almohada. Me gustan tus ojos alborotados de azucenas, el nacimiento turgente del amor en tus senos, la magia que sonríe cada vez que me miras mágicamente. Me encanta el talle que tienes al volar como hada, las largas piernas de sirena impulsando tus caderas. Me pongo tonto cuando me sabes conquistar, cuando me preguntas afirmando que soy tu necesidad, cuando aciertas a mover en mí los resortes que me impulsan hacia ti. No puedo dejar de estar a tu lado cuando borras las distancias abismales de tu boca a mi aliento y de mi beso al tuyo. Me pongo como un gato y ronroneo sin cadena cada vez que me haces creer que te tengo acorralada en el rincón más puro de mis brazos. No entiendo por qué la necesidad de quererte la tengo tan arraigada en mis manos que se me queman siempre al tocar tu piel,.No sé por qué en mi boca, al beberte como si fueras champagne que escurre por tus labios, me queda el sabor del caos y un entendimiento entercado de lo que es la existencia, como el sabor del vacío que lo contiene todo o como una verdad que perdura una infinitud de ciclos. Quisiera quedarme quieto cuando te amo y ver únicamente el fuego en tus ojos. Pero se me olvida el tiempo bajo el hechizo de tus suaves muslos. Quisiera sólo verte cuando te amo. Pero no puedo porque también escucho el ruido ácido y la textura informe de mi conciencia al quererte. No sé tu piel. Pero la mía habla, susurrando un canto, una palabra que dice mucho. 

miércoles, 15 de marzo de 2017

La voz de la palabra

Escribo por escucharle, por darle la oportunidad a mis palabras de tener lo que les hace falta: una voz que los resucite y reencarne. Mis textos encuentran en su lectura el complemento que alcanza a decir lo que supuse dirían. Es extraño, pero cuando yo leo en voz alta lo que escribo, mis palabras pierden compostura, trastabillan, caen al piso, se arrastran, se levantan con las rodillas raspadas, los huesos doloridos y avanzan con defectos. Cuando ella lee lo que escribo hasta el texto brilla. Encuentro que el lustre de la voz le da al significado nuevos significantes. Su voz endulza lo que en mí es torvo, alinea los horizontes, confirma las certezas y propone una mejor interpretación. Cuando ella lee lo que escribo mis letras ya no son de ceniza, se tornan fuego vivo y hacen sonreír mis sombras. 

martes, 14 de marzo de 2017

A título de olvido

Sonriéndole al tiempo comenzó a llover. Andaba en la ciudad viendo el mundo. Las calles prometían llevarme lejos. Luego me detuve y lo vi sentado en una escalera de piedra. Él veía hacia adentro con los ojos postrados hacia afuera. Tendría una edad indescriptible, pero los surcos en su frente lo hacían pasar por viejo. Un alma endulzada por Dios le ofreció un pan. Él lo acepto sin cambiar su mirada, sin agradecer, sin siquiera sonreír. Me quedé pensando en toda esa gente que se refugia en el olvido y que se desplaza por las calles como si fuera el patio de su casa. Me quedé mirando las cosas que no somos porque a otros les tocó vivir así, de un modo que no se busca pero que llega. ¿Has contado, utilizando las pecas marchitas de tu piel, cuántos vagabundos de piedra están establecidos en el tiempo como estatuas de arena? Los vemos como accesorios de la ciudad, como viejos ornamentos adosados a paredes, soportando el peso de lo ordinario y la insensibilidad de la multitud. Una mujer me enseñó a mirarlos más de cerca y a considerarlos como son, de acuerdo a lo que son y a reconocer en mí en cada uno de ellos.