viernes, 20 de noviembre de 2015

Enteramente tus dientes

Condiciono mis lecturas a sólo tus versos flacos. Me enlisto en los días de siempre concibiendo que el universo es un gran gramo de ceniza. Me dejo caer en tus brazos para que acicales mis dudas, des alas a mis esperanzas y me endeudes a tus muslos. No levanto un brazo ni para escribir la crónica del encuentro con una nueva duda. No abro mis ojos porque me consuela repetir en mi memoria lo que ya he vivido. No abro mis manos liberando palomas como me dijiste, tampoco hago salir sonrisa de mis labios ni empiezo aventuras tripulando mis zapatos. Sólo me dejo estar y sentir. Sólo me permito besar tu boca por el sabor dulce de tus dientes. Me gusta la forma en que lo óseo de tus besos al morderme me entera de la forma en que me quieres. Y te amo en ese momento no por tu piel o por la tersura irredenta de tus caderas, sino por la estructura irregular de tus dientes al quererme.

jueves, 19 de noviembre de 2015

La cara del gato

Los encuentros bajo las piedras a veces tienen en mismo rostro que a diario se ve en el espejo. Delante de los días gobierna el deseo de salir al sol. Hay muchas tardes en que salgo a escribir sentado en los bordes del jardín de mi casa. Escribo lo que sólo sale de mí aunque no lo entienda o lo entienda mal. Sólo sé que hay algo en mi interior que mueve los hilos de mi brazo, que jala los cables de mi mano que da movimiento a los engranes del corazón. Y así, yo escribo desde las catacumbas rojas que bombean mi sangre y dan movimiento a lo que soy. Escribo con dos de los diez dedos que uso para adelantar en tu piel las promesas que he de cumplirte siempre. Escribo porque tengo el compromiso de leer sobre el papel lo que me invento, creo o supongo. Escribo mintiendo como si pusiera a germinar semillas rojas de colorín, como si mi rostro fuera la fiel imagen de la cara del gato que duerme entre mis piernas cada vez que escribo, como si tuviera la condena de permitirme derramar unas gotas de placer en la boca abierta de un desierto.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Con los labios amarrados

Con los labios amarrados beso tus piernas y entiendo lo que antes sólo suponía. Sobre la piel que cubre el arduo andar de los días hay un doblez que parece una cicatriz. Es un borde de rugosa suavidad, una tenue zona de un volcán docilizado, apenas la mínima evidencia de un beso fugitivo. Se encuentra en la parte baja de la esquina opuesta que mira de frente la nitidez de tu alma. Se encuentra en la espesura del sentimiento, en la llanura de la idea, en la selva misma de la imaginación.