viernes, 31 de julio de 2009

Lo que te pertenece

El blindaje de carne que se lleva puesto en el esqueleto se va modificando a través de los años. Uno es fuerte sólo por un tiempo. La piel se lacera y marchita; las venas se enzolvan con residuos que dejan las esperanzas fallidas, los sueños derribados, los proyectos perfectos que no se realizaron; el corazón se cansa de vivir. Entre los hombres así ha sido siempre, y la fórmula ha de mantenerse hasta que la ciencia usurpe las manos de Dios manipulando los secretos de la genética. El cuerpo humano tiene la maldición de los vulnerables. No está hecho para perdurar. Ni siquiera sus huesos resisten un ligero parpadeo de vaho eterno. La muerte ronda coquetamente sobre la fecha de caducidad que las personas llevan impresa en la parte orgánica del alma. La muerte y su ubicuidad son certezas ineludibles y nadie puede interrumpir su labor. Por ello el número de sonrisas que alzan el vuelo infatigable desde una orilla de mi boca buscan los labios de la vida. ¿Has sacado tus besos de la trinchera para ser camicaces del amor? Por ello los tiraderos de textos que manan de mis manos no están enmudecidos, son de carne que siente el terso roce del universo. ¿Le has arrancado la ropa a un secreto personal para ofrecer su desnudez a quien quiera verlo? Por ello abro la jaula del corazón para que salgan orgasmos y fluidos de creación. ¿Te has permitido poner un pedacito de ti en las calles sin pavimento del mundo? La carne muere y el alma va con ella. Y si no me crees, mejor. Mejor vive como si en ti hubiera algo eterno. Vive y gobierna lo que sólo a ti te pertenece.



jueves, 30 de julio de 2009

El grosor de la noche

Cada año empiezo a escribir con más terquedad después de que caen las primeras lluvias de la estación. Me gusta cuando la despensa del verano se abre y deja salir el olor de la tierra mojada; los gemidos de las gotas de agua en los techos, patios y ventanas; las ináridas tristezas que forman espesura en el ambiente. Es bueno ver como, bajo el imperio de la lluvia, la altura de la noche crece y el grosor de la nostalgia avanza por los ojos, da vuelta en las arterias y se aloja en donde el alma aprieta las piernas ocultando un reducto de virginidad. La lluvia me trae los viejos cuadernos donde escribo y me incita a preñarlos con el esperma negro que se acumula en las sequías. La noche lluviosa es un espejo obscuro donde hay cristales luminosos que permiten fluir en armonía mis desvaríos literarios, mis metáforas humedecidas, mis motivos impregnados de neblina. La lluvia me transforma en un corsario que tiene como tejado a la tormenta y como tierra a la llanura marina. Sin embargo, la eternidad del verano es igual a la eternidad de un rato.

miércoles, 29 de julio de 2009

Analgésicos y pomadas

Plumas con viento, grecas sin mar y suspiros de cosmos habitan en los pequeños rincones en donde también guardo el corazón. La carne es la fortaleza de donde la materia madura propiedades metafísicas. ¿Has visto de donde brota el manantial que sacia la sed de la creación, que cura las heridas del ánimo, que protege contra sortilegios devastadores? Si la vida se consolara con tomar un par de analgésicos diarios para elevar nuevamente las alas después de la caída, si un ungüento, una venda de yeso o una receta de vitaminas y suplementos alimenticios fueran suficientes para sacudirse el raspón, limpiarse la tristeza, desprenderse del polvo viejo de los huesos que se empeñan en abandonar el encuentro con el destino, la vida tendría cuerda para rato. Pero las cosas están hechas con proyectos de arcilla, con sueños y con piedras nacidas en los zapatos, con estados de ánimo que suben y bajan y con termómetros que miden el desaliento y las ganas. El alma necesita de otras medicinas, de diferentes componentes espirituales, de sustancias que no tienen materia. ¿Tan sólo por perder el apetito has vertido tu copa llena de bendiciones sin probarla siquiera? ¿Sólo por desgana, por falta de motivos o porque la esperanza te desahucia has arrojado al abismo los restos de tu vida, lo que aún puedes ver con tus ojos, la respiración febril que te dejan las madrugadas en que te sostienes de la delgada línea del amor?

martes, 28 de julio de 2009

Cazador de imágenes

Me dedico a la caza de bestias subjetivas y a veces me pongo a pensar sobre las cosas que obtengo cuando salgo de cacería. Soy un cazador de imágenes, de historias e invenciones y de sentimientos puros anegados de contradicción y misterio. Salgo a la calle y al abrir los ojos es como si colocara redes en las esquinas. En ellas caen impresiones visuales que olvido o borro de la memoria inmediata, pero que resurgen en mi cabeza cada vez que el clima interno lo sugiere. También caen imágenes que nunca olvido, que me obsesionan y llenan mi avaricia y mi ansiedad de poseer ausencias. Capturo pedazos de conversaciones de personas desconocidas que me persiguen después con sus historias como si fueran parte de una bitácora perdida en mi desmemoria que recupero una y otra vez de forma irremediable. Preso fragmentos de ruidos en la noche, de chasquidos de besos, de gritos que corren en catacumbas, de lamentos de gente que ha muerto repetidas veces en vida y que simpáticamente van y vienen en el flujo de pasos que se pierden y recuperan de forma insistente y sin descanso. Mis ojos son redes de pesca donde tiburones y aves marinas caen por igual. Difícilmente dejo libre a mis presas. Antes de que se diluyan les arranco un trozo de esencia que posteriormente me asigno como trofeo. Y luego, en esas noches en que todo desciende como cosecha de la eterna espiral, me dedico a desmenuzar las ganancias de mi hábito cazador.

lunes, 27 de julio de 2009

La soledad que amo

La soledad que amo se contrae, brama y renace en mi pecho como una mariposa que pierde y gana polvo en cada flor. La soledad que quiero es la madre de mis compañías, la que regenta los apetitos con que suelto mis ojos al mundo, la que surge de entre el salitre que deja la humedad en los muros de la memoria. La soledad que deseo es un animal torvo de lento y denso cuerpo que se alimenta de mi más longeva conciencia y que tiene por empeño escribir mentiras jugando a derramar abecedarios de tinta china. La soledad que temo es la que entre multitudes sigue estando sola, es la que no sabe amar el son que cantan los amores prohibidos, la que come bagazo olvidando la miel de la fruta jugosa, la que muerde de impotencia y desolación. ¿Te has sentido solo cuando te acompañas a ti mismo, cuando una marea de personas conocidas te ahoga entre olas que no te reflejan? ¿Has disfrutado de la compañía de ese estado próspero que te induce a reconocerte sin sentencias draconianas, sin ocultamientos de lo que eres, expuesto como un mapa que revela todos tus secretos? La soledad que amo es la que no me desampara, es la que inventa en mi sangre cardúmenes de peces que me hacen estar satisfecho de lo que hago y digo.

domingo, 26 de julio de 2009

Siempre queda el desdecir

He escrito que mi corazón es de rústico asbesto, que se parece a las jaulas que encierran a sus presos sin permitirles que vean siquiera la sombra del barrote, que está lleno de piedritas de mar movidas por las olas. También he escrito que tengo el corazón palpitando en una caja viva, he dicho que es como un globo de helio elevado por los sueños, que tiene en las arterias corceles vigorosos que van erectos por la vida. Sé que he escrito que una cosa que es, es al mismo tiempo su opuesto, su antídoto o su veneno. Sé que el camino lo he desandado al igual que he bajado lo ascendido ¿Has captado qué la lógica con que destazan tus muelas no es la misma lógica con que destazan tus dientes? Así como me digo, me desdigo. Como voy vengo y como vivo muero. La existencia es fecunda en antítesis y en contradicciones. Los opuestos son compadres y la fiesta y la algarabía están en el cementerio. Y en la cama, las tristezas buscan con dulzura el esperma de la vida para ser preñadas de alegría.

sábado, 25 de julio de 2009

Isla de ceniza

Soy un Robinson Crusoe que vive en el desierto de la creación. Como si mis textos fueran una isla abandonada pastoreo los rebaños de palabras que a diario escribo. No existe nadie en las cercanías de mis letras de ceniza. Nadie, ni en el centro ni en la periferia, ni en la costera ni en mar abierto. Nadie de quien pueda pescar unos ojos, un entendimiento, un corazón que lea estos escombros y rescate sobrevivientes, que detecte una señal de que hay algo que se mueve bajo el peso del derrumbe. Yo mismo soy mi propio lector, el que remueve lo caído para entusiasmarse con las palabras que no han muerto con el peso de los días. Yo soy el rescatistas que busca signos de vida en este diario de escritura, refulgente de tumbas y resurrecciones, opulento de nostalgias, lleno de diluvios y de frío, y falto de invitados. ¿Has sentido que te consume lo que en realidad te alimenta?

viernes, 24 de julio de 2009

Escrituras con borrones

En el corazón llevo, arraigados con la fuerza de la sangre, una tercia de retoños que me llenan con dulzuras y con botones de esperanzas y de anhelos. Son mis carnes alargadas hacia el mundo, extensiones biológicas de mis genes que se vuelven autónomas de mis caprichos y necedades, seres independientes nacidos del aporte de mi semilla primigenia pero libres de mis ataduras. Mis hijos son mi escritura genética, y al mismo tiempo son su propia forma de escribir: con borrones y letras temblorosas, con palabras mal acentuadas, carentes de punto y coma, pero abundantes en neologismos, adjetivos, verbos, sustantivos y puntos suspensivos. Mis hijos son tres textos que se escriben. Sus ritmos y estilos están en ellos como lo está el descubrimiento en la aventura o el andar en el camino. Sus ideas y los devocionarios que construyan son parte del autobús de vida al que, en la esquina donde vivan, le hagan la parada para el inicio de su viaje. El boleto que compren será con destino a sus aspiraciones. Llegaran exactamente al sitio de sus metas o quedaran tan lejos de lo que desean. Todo dependerá de los motivos que los muevan y de la fe que en ellos tengan. Todo será cuestión de lo que sean capaces de creer.

jueves, 23 de julio de 2009

Sin paja en las palabras

Que mi corazón no se llene de paja por el tiempo que ha dormido en el confort, que no se llene de hollín o de polvo viejo de tristeza ante la ausencia de fuegos delirantes, que no se sature con migas de pan que sólo sirven de alimento a las palomas. Quiero que mi corazón siga vivo con sus cuatro cavidades llenándose de sangre, que circulen por él motivos pasajeros, metas inalcanzables, castillos de humo, realidades de adobe, viajes al fin del mundo. Quiero que aunque viva en la escasez de lujos y opulencias jamás me quede escaso de palabras, que son el maná de mi escritura, un desvarío que me invita a sembrar en los surcos la necedad de mis verdades, un tic compulsivo y arraigado en los carpos de la mano. Que en las noches no dejen de ser pebeteros mis nostalgias para no extraviar el mapa de la arcilla que piso, del aire donde extiendo mis alas, de la hoguera donde mantengo vivas mis pasiones. Que las corazas de carne y sangre que me salvan de no quedar con los órganos desnudos se sigan conservando fieles a mis huesos. Que las ideas no se escurran por las fisuras prematuras que van dejando la fatiga, el tedio y el abandono. Que el amor siempre esté más alto que la altura que tienen los deseos. Que los mandamientos que yo sigo sigan siendo mandatos de mi voz. Que mis ganas, incendiarias y rebeldes, sigan floreciendo libres de macetas (lejos de encierros y cadalsos) y hasta en puñados de tierra en los tejados. Que la vida siga siendo una esencia natural que florece donde no hay prohibiciones, donde la marea moja el sexo virgen de la arena, donde tengo, oculta, mi esperanza.

miércoles, 22 de julio de 2009

Los ojos del vencido

Lo peor de la derrota es no ganar una lección. ¿Qué tanto aprendo entre caídas, con raspones en los codos, con heridas supurantes y dolor y desencantos? ¿Qué tanto gano al hacer cuenta de mis fracturadas costillas, de mis bolsillos descosidos, del frío que hiberna en mis ilusiones? ¿Qué me dejan los aplazamientos con la vida, los encuentros sin Dios, la cuenta perfecta de los escalones que desciendo cada año, las pulsaciones a destiempo, el kilo y medio de vendas compradas, los ungüentos, los curitas, las pomadas? ¿De qué me sirve conocer el sabor mineral del polvo del camino?

martes, 21 de julio de 2009

Egografías

Me distraigo por horas inventando caminatas en los pasillos de mis egotecas; soy lector de lo que escribo y de lo que digo entre emociones y sin palabras, de lo que dibujo en mis cuadernos de nostalgias, de los retratos que cuelgo en las paredes donde me reflejo. Soy auditor de mis propios misterios, de mis carcinógenos libres de eufemismos, de lo que maldigo y de lo que me callo. Ejercito mis sonrisas descubriendo lo que soy a solas. Me sorprendo de ser un tipo rumiante y solitario que pocas veces saca, a pasear a la calle, a sus sentimientos, siempre asidos de una correa con cadena, siempre domesticados y cautivos de sus propios miedos. Me asombro que a diario hago inventario de la ausencia de mis razones catalogando propiedades y valuando posesiones. Soy tan rico como alguien que posee lo que no tiene y tan pobre como alguien que sueña con ser rico. Cosecho sobre el camino los bienes de la mañana y los entrego, al final de la quincena, con saldo favorable o en franca banca rota. Le pongo precio a la cabeza de los minutos felices colgándolos en mis recuerdos, cazándolos con una cámara instantánea, impregnándolos en mi memoria. ¿Has sentido que lo que haces es de verdad trascendente, que te justifica y que da sentido a tus pasos? ¿Has bañado de luz tu sendero de sombras, los rincones donde sepultas a tus muertos?

lunes, 20 de julio de 2009

Cuando llueve

Cantos de la noche cubren el ambiente que deja la lluvia al mojar el mundo. Hojas de tiempo, de caracoles de mar, de pequeños insectos viviendo. Chasquidos y ruidos que escriben su fonema en las partituras fugaces. Todo deja huella en el espacio, en el leve hueco donde anida la luz, en los pilares que sostienen la vida. Las cosas y los cuerpos no se esfuman de forma definitiva, prevalecen en su aspecto más diminuto, sobreviven cobijados en la espesura de la molécula. Dicen que Dios respira en la agilidad excelsa del ojo del animal que caza, dicen que el rayo es una especie de veneno con que la muerte toca el hombro de los retirados del camino, dicen que la existencia ha cambiado su cáscara de piel por un recubrimiento sintético. No sé de qué está hecha la lluvia. Mientras más humedad y frío en el ambiente, más ignoro de qué está hecha mi memoria. Sólo sé que funciona como una reacción natural al clima. Llueve y empiezo a recordar imágenes distantes. Son polvo de semillas que se juntan voluntariamente para germinar recuerdos embravecidos por las horas. Hay fragancias y texturas que vienen acompañando al nacimiento de visiones que me recorren. Cada parte de mi cuerpo experimenta sensaciones diferentes. Me nace un racimo de ojos por debajo de la piel con el que veo, de otro modo, las cosas que se acumulan en mis sótanos y laberintos. Entonces sin mover un dedo abro valijas y cajones donde encuentro recortes de fórmulas vividas, un diario con letras escogidas, cuadernos mojados por el llanto, un álbum fotográfico que guarda retratos patinados.

domingo, 19 de julio de 2009

Senderos maldecidos

Que los miedos no me esperen, con su hambre eterna y maldecida en el puesto de los tacos de la esquina. Que la vida no me pida una escafandra para sumergirme en sus tubos digestivos, en sus sedientos intestinos. Que las lagunas artificiales de mis ojos se sequen para ya no llorar lágrimas de cocodrilo. ¿Cuántas cosas has pedido que no sean, que no tengan antojo de tus manos, que no se vistan de sedas transparentes ni de fuegos terminales, cuántas cosas has deseado que nunca dejen de ser larvas? ¿Cuántas veces has rogado que ya no pase el autobús del destino a cobrar cuentas claras del pasado? Soy barquero que rema con un fémur en un camino de tierra serpenteante que lleva al cementerio más cercano. Soy mi propio timón perdido en la tormenta, un prófugo que yace escondido entre pecados, soy el temor al miedo que muerde como un perro, una fragante espuma en río revuelto. Soy un pasajero que pide únicamente nacer como un brote tierno de conciencia, como un delgado hilo transparente que retiene a un frugal y tenue papalote, como alguien que nació marcado con la muerte y que vive con el signo del camino. Que las golondrinas vuelen marcando libres el tiempo del después, que los grilletes del alma ya no aprieten el flaco cuerpo que me queda, que las plegarias del que implora sean escuchadas por los más sordos oídos de este mundo.

sábado, 18 de julio de 2009

El polvo definitivo

Del barro nacen las alegrías, el amor y la carne que se pega a mis huesos para caminar vivo. Del barro surge el aliento que, algunos (más bien, muchísimos) llaman, divino. También del barro se desprenden los motivos que invitan a levantarse del piso para empezar a levitar con suspiros y esperanzas. Soy una pieza modelada de arcilla y agua. Echada al mundo a experimentar la vida. Y sólo andando en ella conozco de sus colores y perfumes. Me entero de las cualidades humanas, de sus vicios y de sus escándalos. Me baño con texturas de aire que dejan sobre mi cuerpo un polvo atomizado que se acumula formando células nuevas. Ante esto observo saldos y novedades. Soy otro siendo el mismo. La diferencia está en mi origen de barro. El polvo del camino y la ceniza que dejan los días andados, la tierra que se pega a mis zapatos descalzos, las piedras que se agregan al sendero, los terrones que piso, el lodo y el fango seco donde me hundo, todo me recuerda de donde vengo: mi principio y, al mismo tiempo, todo me recuerda mi destino: el polvo definitivo en la llanura universal. Pero mientras, mi necedad es grande y pierdo las horas del día en un diluir preciso donde asombrado me entero nuevamente que, en la humildad de la galaxia, todo nace del barro.

viernes, 17 de julio de 2009

El amor no mata

De las 14 muertes (simbólicas) que he sufrido en vida, ninguna ha sido por la mano del amor. He muerto de pena, de olvido, de desgana y de impericia, pero nunca de amor. Y todo porque el amor no mata, y no mata porque no es esclavo de la muerte. No mata porque no tiene el don de la agonía, porque carece de la guadaña del verdugo, porque su sangre es movimiento y fragancia de bugambilias y porque robustece la languidez y da sentido a los devotos que piden que en su mano germine el seno apetecido. El que diga que ha muerto de amor es un falsario. Nunca ha amado el que grite y se queje de que el amor tiene espinas que llagan la piel de los besos que no se dan; ataduras que condenan a un destino sin libertad, que esclavizan y que suministran un dolor inagotable aplicando sofisticados manuales de tortura. El amor es un adicto de la vida pidiendo sobredosis de orgasmos y poesía, constructor de vuelos transparentes, hacedor de diseños, inventor de pureza y armonía. ¿Dices que mueres de amor porque a quien amas no te ama? ¿Dices que el amor te ha matado de sed tres veces? Muérdete la lengua y prueba la densidad de tu sangre para comprobar que los bebederos del amor son para todos. Bebe en ellos y sigue tu camino. Mete en tu corazón la huella más pura de la vivencia y echa a andar sin aferrarte a unos muslos conocidos. La vida tiene abundancias y vastedades. Y si un capricho es motivo de congojas y de maldiciones, córtalo con el tajo fino… de tu olvido. Los que saben del amor no van de luto ni lloran sus desgracias. No rumian la caída ni mordisquean sus propias heridas. Los que saben del amor portan la sonrisa que queda después de beber del manantial del amor.

jueves, 16 de julio de 2009

Cáncer de olvido


Estoy harto de tanto beso que no me has dado, harto de tu cuerpo escondido bajo las sábanas, prófugo de mis deseos, sepultado en la inaccesibilidad donde mis tactos no llegan. Vivo en el hartazgo de tu mirada evasiva y en el hartazgo que deja el encuentro cotidiano con tu ausencia. Me harta tu presencia fugitiva, las escondidas a las que juegas, los ratos en que desapareces estando a mi lado. Mis manos se han hartado de estar vacías, lejos de la tersura turgente en que tu pecho se llena de erotismo. Eres una sirena fugitiva que ya no sale a la playa a bañarse con la luna. Recesivo dolor de mis ojos: me hace daño mirarte desde lejos. Me harta que seas un maniquí sin apetitos, una muñeca de porcelana custodiando una promesa falsa, tan sólo un pálido pétalo de rosa prisionero en la rama más distante de mi piel. Vivo en el hartazgo de que, tu ya no inexpugnable sexo haya replegado sus banderas protegiéndose hacia dentro como un enquistado cáncer de olvido.

miércoles, 15 de julio de 2009

Lo que quiero...


Hay ratos en que me pongo a pensar con calma sobre la inmediatez del tiempo y de la vida. Abro una biblia donde mantengo una estampa de oro de lo que no creo y descorcho un par de botellas de silencio para brindar con mi cinismo adulterado. Después de beberme un trío de copas me doy por sabido un par de cosas: que soy un descreído de las verdades aceptadas porque descomulgo con los bienes celestiales y desacato los mandamientos ajenos que me imponen; que voy por la acera de la vida como un pedazo de verso raquítico y profano. Valgo los pocos centavos que no tengo, me faltan sueños en la mano, abundo en las mismas partituras y como tacos en el puesto de la esquina.


¿Qué más puedo pedir,
lo vuelvo a decir?
¿Acaso una estrella por un rato,
otra suela en mi zapato?
¿Tal vez un episodio de ternura,
o una evadible sepultura?
¿Quiero acaso nuevos retos,
mis bolsillos más repletos
de monedas de vil oro,
sin pudor y sin decoro?
¿Quiero, tal vez, el glamour que deja el lujo,
ser un líder de manadas
dar un buen par de nalgadas,
del amor un nuevo embrujo?
Y en verdad todo eso quiero,
pero no por ello muero.
Me contento con un vaso
de frescura en mi bebida,
con un beso y un abrazo
en las piernas de la vida.

Aseo cardiaco


Buscando olvidar un poco los estragos del pasado he querido hacer limpieza completa en el interior del corazón. Fregar los pisos de los desamores, de los nombres de rencores que se fueron sin marcharse, limpiar paredes donde neciamente se pintan el tedio y los desencantos, sacudir el polvo que dejan las derrotas que no dejan lecciones, los tiempos viejos que envejecen, los odios y los resentimientos que se instalaron en macetas. Si pudiera lavar mi corazón con cloro, desinfectarlo con creolina, hacerlo antiséptico mediante la creencia de nuevas ilusiones. Si pudiera descolgar los cuadros con las fotografías de mis desprecios y guardarlos en cajas que van a la basura. Hacer mudanza sin olvidar la jaula de mis desventuras que acompañan mi locura. Es difícil sacarlo todo. ¿Acaso has podido arrancarte desde adentro un beso que no diste, un recuerdo con raíces, la dura cáscara de una traición? Si fuera sólo cosa de echarlo por la ventana cada año me llenaría de cachivaches para después hacer un tiradero. Pero resulta penoso y duro hacerlo bien. ¿Los vicios y los temores tendrán que salir por las arterias, desaguarlos entre sangre y leucocitos? ¿Las caídas y el andar cansino en arenas movedizas, la muerte de los ideales, los sueños en los cajones, las uñas rotas, por dónde se tiran? ¿Se meten acaso en bolsas negras de basura? Y mientras tanto, las cosas bellas quiero que se establezcan para siempre, que lo bueno resulte florecido y lo bello sea bendito una vez más. Quiero enmarcar a la esperanza en lo más iluminado de mi corazón, adquirir nuevos hábitos y pulimentar los retos que me hablen al oído. Quiero alfombrar el suelo donde piso con vivencias claras y frondosas, pintar los muros con estampas de la vida en desarrollo, decorar con ornamentos y vitrales donde se reflejen las diferentes etapas de una sonrisa perdurable.

martes, 14 de julio de 2009

Entre las piernas de la ciudad


Mis pasos son como impávidos labios que serpentean la piel de cemento de la ciudad. En ella encuentro lo que la vida ha postergado en rincones, calles y paredes. Hasta la gente ha encontrado su lugar en el tiempo y en resquicios de espacio habitable. Las piernas de la ciudad se abren para que se introduzca el ruido de las multitudes en las plazas; los gritos mudos de los perros que ponen a secar sus pellejos en el pavimento; las marchitas esperanzas de las prostitutas exaltadas en las esquinas; los olvidados hoteles donde no se duerme porque se ama y se mata lo que, entre sábanas sucias, se mueve saturado de lujuria; los locos sueltos que derraman olvidos en los mercados y se bañan en las fuentes públicas de los parques. La ciudad sobrevive a pesar de que miles de personas la parasitan con desechos, pisadas, muerte y desmemorias. La ciudad crece con antiguas prótesis y con ensayos fallidos de modernización; crece bajo la tierra con ampliaciones de drenajes profundos, túneles perdidos y pasadizos de la época colonial; crece y se expande hacia los cielos (casi como si tuviera alas... de concreto y acero) en forma de puentes peatonales, alumbrado eléctrico y postes con sedosos cableados infinitos. Y lo mejor de todo es que la ciudad crece hacia lo que llevo dentro y me parasita con imágenes que insaciablemente se reproducen en lo que soy. No puedo olvidar el destiempo de los muros, las puertas desvencijadas, los edificios arcanos y las fisuras del adobe en las casas derruidas. No olvido los graffitis en los muros que hablan de desamores, de gritos anegados, de necedades privilegiadas, ni olvido los callejuelas en que me pierdo persiguiendo supuestos inventados, las banquetas donde descanso mi andar de besos de serpiente, los pórticos en que disfruto el sentimiento de ser un extranjero pisando baldosas conocidas, los templos donde siempre hay cristos en la cruz, paz artificial y olores a tiempos milenarios. ¿Has sentido la alegría que deja recorrer la piel de una ciudad con escalones que llevan al mercado? ¿Has sabido encontrar sorpresas en lo conocido, sentarte en un parque para cansar tu mirada viendo el ir y venir de la gente en los viejos vecindarios?

lunes, 13 de julio de 2009

Los ojos de mi perra

El tren eleva un grado la temperatura de las vías por donde pasa dejando postradas las ilusiones que no lo abordan. Actualmente vivo más satisfecho que feliz. ¿Dónde queda la piel de lobo que puedo ponerme para dejar de ser cordero? La lluvia de primavera hace nacer nostalgias otoñales y veranos en despedida. Una carreta de flores será sembrada a los pies de mi tumba en algún cementerio municipal. Los rizos de una mirada se olvidan cuando no son sinceros. La fidelidad de un perro y las carnes y los huesos del pasado son iguales a un racimo de bendiciones. ¿Qué más puedo agradecer si sigo aquí? Juego trinquete, compro promesas a hechiceras del destino, colecciono libros que no he escrito y tiempos viejos que se han quedado en un estacionamiento subterráneo, bebo de la poesía que se les cae del bolso a los desamparados, me sacio en la carne de las semanas que se almacenan en mis recuerdos, amo y odio lo que poseo, me lleno con lo que me hace falta, ofreciéndoles mis ojos crío a tres cuervos que alimento con consejos, fábulas y mentiras piadosas, maldigo entre dientes a mis verdugos y bendigo en silencio y entre escritos a quien amo.

domingo, 12 de julio de 2009

Máscaras y antifaces

En la vida cada quien se ve orillado a la representación metódica de un personaje definido, a una pose fotográfica, a un sello en los zapatos y a una marca en las prótesis que lo conforman. Cada quien elige una alternativa, un rol, una personalidad en la que se acepta un papel estereotipado para la actuación de un argumento prescrito médicamente. Cada quien confecciona su máscara o construye su antifaz, cada quien edifica una nueva epidermis sobre la piel de nacimiento, reanima una condición propia basada en necesidades recreadas, lapida su identidad desconocida. Los alter egos se bordan al rostro y lo domestican inventando fábulas. ¿Quién te has respondido que eres cuando te cuestionas sobre el verdadero nombre con que respondes al llamado del tiempo? ¿Quién habita en lo que llevas puesto? ¿Quién te escribe el guión con que te conduces por la vida como alguien que porta una credencial con nombre, dirección y fotografía?

sábado, 11 de julio de 2009

Escribir viviendo


Cuando la vida puede encerrarse en un recuerdo nítido, en una postal lejana, en la escritura de una canción, en un canto de imágenes y de movimiento, entonces la vida se concentra en un símbolo intenso que representa la emanación de la luz. Cuando la vida se vive a pelo y por ella se apuesta todo, entonces se convierte en una auténtica justificación existencial. ¿La has sentido? ¿Te ha escarificado la piel, se ha amamantado de tus latidos, de tus emociones, del aire que se filtra en tus alegrías? Justificarse en este cosmos es saberse conciente de lo que se es como ser individual, es poner en movimiento lo que se sabe, es buscar con el conocimiento y con el estar las necesidades propias. ¿Dónde queda el canto de la alegría cuando la noche se extiende en la porosidad del alma y del esqueleto de forma integral, extrema y llena de alturas y de vuelos perfectos en acantilados infinitos? ¿En qué parte del corazón nace una nueva esperanza sin protuberancias en la sangre, sin barriles de pólvora a punto de explotar y con amortiguadores de emociones? Cuando la justificación existencial llega al puerto que soy, el navío donde voy como un pasajero pirata lleva en lo alto las velas negras del movimiento, una bandera tatuada en la esperanza e implacables corceles remeros que me impulsan a improvisar leyendas en el océano donde escribo viviendo.

viernes, 10 de julio de 2009

Sólo un tren de paso


Aunque la muerte no es el mar, sí es la marea que atrapa al buceador y lo retiene en las profundidades hasta robarle la última burbuja de vida. Y aunque tampoco es el fuego, si es el incendio que ensucia la piel con brasas y convierte en hollín la materia viva. La muerte no es la tierra, pero sí es la tapa de la sepultura que cubre los sentidos con una ceguera inamovible. La muerte no es el amo, pero sí el esclavo que obedece a la destrucción. La muerte no es uno mismo, pero se lleva dentro como si lo fuera. La pérfida y delgada infame no es el universo, pero sí el caos que quita e impone una implacable realidad. Aún así, seguiré nadando sobre la espuma de la marea disfrutando de la sensualidad marina, seguiré calentando mis huesos con el fuego interno con el que me siento vivo, seguiré con mi vagabundeo sobre una tierra que me ofrece el pan y el fruto de lo que mi mano persigue. Seguiré en la barca zarpando hacia mí mismo y llegando a tiempo a mis nuevas esperanzas. Seguiré en la vorágine del movimiento alimentando mis pasos con nuevos recorridos entre brumas de azul plomizo y nubes de cobalto. ¿Sabes qué es la muerte y cómo se llama cuando no está en ti, cuando aún sus largos dedos no han osado señalarte, cuando desde el vacío de su mirada no la has provocado?

jueves, 9 de julio de 2009

Escribiendo

Es importante saber conducir los pensamientos en los que viajo, imaginar los recovecos en los que me oculto, cincelar y definir la nitidez de los recuerdos que frecuento. Es necesario santiguarme a diario con mis credos personales; rezar las oraciones escritas en mis convicciones; confesar conmigo mismo los aniquilamientos y vicisitudes que me han fortalecido; comulgar con mis olvidos mis más severos odios y remilgos. A través de la escritura busco quitarme la aureola de virtudes que ronda mi cabeza; busco mostrar un poco el lodo que llevo entre las manos por jugar con pensamientos obsesivos, con emociones desengranadas, con deudas antiguas que no he saldado. Con la escritura quiero encontrarme reflejado en los espejos que aún son cristales planos sin azogue, pretendo descubrir mis bondades verdaderas y suprimir los falsos compromisos. Escribiendo cartas a mí mismo quiero que mis pretensiones sean inmensas y del tamaño suficiente para cargarlas en el alma cada vez que ande vivo. ¿Has sabido dejar en un papel un pedazo de tu piel? ¿Has enterado al mundo, sin que a éste le importe nada, de tus decálogos existenciales, de tus postulados estéticos y de una sarta de sandeces panfletarias de lo que es tu vida y del modo necio en que la utilizas?

miércoles, 8 de julio de 2009

El puerto


La madrugada cae desde lo alto de la noche y se fragmenta en preguntas que sólo a veces respondo. Hay principios obligados y finales desfallecientes en la continuidad del recorrido. Hay inmersiones en aguas profundas, en necedades permanentes, en incógnitas que no se rebelan y en regresiones que no llevan al verdadero origen. Hay vanidades que se suicidan y humillaciones que se enaltecen. ¡Bienaventurado el hombre y su psicología! ¿Te has explicado por qué respondemos así, como si fuéramos seres nacidos para la eternidad? Sin embargo, el hombre es una embarcación que carga su puerto a cuestas. Y siempre, con la premura de zarpar al infinito, olvida sus limitados alcances y sólo llega al borde más conocido de sí mismo. Pensando que el universo es bendito, el hombre no eleva una sola oración a nombre propio y se ve envuelto en imaginaciones ilusorias y en falsas esperanzas.

martes, 7 de julio de 2009

Luz lunar sobre un mar argentado

Luz de luna sobre las baldosas de la noche. Rosas de sombras argentadas en las escolleras donde recuerdo el mar. El amor tuvo que nacer ahí, pero decidió suspenderse en el aire como un trozo de madero en la ingravidez. Recuerdo el puerto y la soledad. Son calles frecuentadas por pasos vacíos y edificios invadidos por el abandono, son portales donde las mujeres de alquiler muestran sus carnes invitando a mi mano a un recorrido sobre sus caderas. Son olores de mercado fresco: pescado y verduras de medio día, basura inmortal que se queda y se acumula por los pasillos en un ir y venir de la gente. Son muchas postales impregnadas de sombras florecidas. ¿Te has insertado algún día en la multitud del mundo, entre caras que buscan un encuentro imposible, entre corazones que se crispan y estremecen por los toscos, burdos y densos ruidos metálicos (producidos por el raspar prolongado de la sangre en las arterias), y entre cuerpos que no agotan su andar inacabado, y has sentido que te individualiza una razón diferente? ¿Te has entendido rescatado por una condición humana que condena, como un verdugo lógico, a los demás, liberándote a ti como algo incomprensible, quimérico y efímero? ¿Es decir, te has sentido menos que humano y tocado por la comprensión ubicua de un destino especial?

lunes, 6 de julio de 2009

Palabras necias II

Por la madrugada del último día he visto nacer, de entre las teclas de la computadora, un ramillete de textos florecidos. Son palabras necias nacidas del ocio y de los ratos en que vivo resurgido de las cenizas, no son explicaciones, no llevan moraleja y no aconsejan a nadie. Son letras de lodo fresco buscando inventarse en una fornicación circular para crear sentido y dirección (no siempre lógica) a lo que se siente, se piensa, se recuerda o se crea. Ahora tomo este ramo de palabras y lo coloco lejos del florero de la mesa. Lo replanto en mis ojos y lo nutro con mis lágrimas resignadas, con la obstinación de un recuerdo, con la persistencia de la perennidad. No lo dejo marchitarse, ni permito que las letras secas se desgajen de la rama. Leo las palabras y provoco sus tiernos capullos para que florezcan con una nueva interpretación. Las tomo con la mirada y siento que su sustancia se vuelca hacia mi interior, hasta el manantial de sangre que las nutre y que las resguarda como si fueran parte de un libro inédito sin la posibilidad de enraizarse en los surcos fértiles del papel.

domingo, 5 de julio de 2009

La creación es una ventana de la locura

Me gustan los impulsos febriles que me hacen crear una minúscula partícula de algo nuevo. Me complacen los instantes de pasión que me hacen dimensionar la vida en más de cinco esquinas; los suministros de energía que mueven músculos, arterias y torrente sanguíneo; los depósitos de adrenalina que no temen ser la vanguardia del día. Bendigo lo dicho en momentos alterados de lucidez, alabo lo escrito cuando la vena de la locura escupe bendiciones y fragmentos luminosos que dan matices a las sombras, agradezco al tiempo cuando provoca a la materia transformándola en invenciones. ¿Has pensado de qué sirve la vida si no hay libertad en las manos y en el pensamiento para ofrecer algo nuevo al mundo? Una interpretación, un verso, una lectura, un garabato, una plasta de color o un esbozo de grafito son bondades que penden de la rama de la creación en espera del instante adecuado para detonar el movimiento.

sábado, 4 de julio de 2009

Pretérito inacabado

Pretérito inacabado, entre sueños me caes desde el techo en que te incuba la lluvia silvestre. Entre sueños naces. Vienes cuando hay grises en el cielo y nubes de agua en mi mirada. Vienes de regreso como el tranvía que se fue como una promesa en la eternidad, vienes y te dejas magrear por mi pensamiento como si fueras una mujer de alquiler que lleva sangre de mar, vienes de entre los rincones de los libros que leí, de entre las cartas que mandé a gente que nunca las recibió, de entre los suspiros que se me cayeron en la calle cuando mis ansias circulares de volver a la vida despertaban por debajo de las baldosas del tiempo. ¿Por qué vienes cuando llueve o cuando mis ojos se sumergen suicidamente (anclándose) hacia el infinito inagotable de una postal antigua? ¿Por qué eres tan breve cuando llegas, tan intenso cuando te quedas (un instante o dos días) y tan implacable cuando te despides con lágrimas de mujer? Y a pesar de todo te recibo, pretérito inacabado, abriéndote mi corazón… para que salgas de él.

viernes, 3 de julio de 2009

Abrir los diques

Soltar las amarras que sujetan los corceles emocionales de la sangre que me da vida. Liberar las formas y los diseños con que imagino una realidad más apropiable. Saltar los muros de la mesura y aspirar la grandeza de todas las posibilidades de mi camino. Socorrer mis gritos nocturnos con pequeños escritos melancólicos. Cambiar las pulsaciones con que late mi corazón improvisando nuevas texturas en los ritmos. Ir por la vida como un sepulturero de tristezas despidiendo las restricciones que la gente me encasqueta. Andar a pasos como se puede andar llevando una camisa de loco a la medida. Abrir los diques interiores para dejar los charcos que sobre la tierra quedan después de la lluvia.


jueves, 2 de julio de 2009

Resurrecciones


Las personas regularmente tienen una existencia donde mueren más de dos veces: la primera y las que le siguen (salvo la última, que es la definitiva) son cuando mueren en vida (sin morirse de verdad, pero sin la verdad de sentirse vivos), y la otra, esa que es perpetua e irretractable, es cuando finalmente mueren al sufrir el freno total de sus funciones biológicas. Morir en vida es perder las ventajas que la vida ofrece; es abandonar el barco cuando se está en condiciones de ir por cualquier ruta oceánica; es olvidarse de concretar una sola de las posibilidades que se multiplican hacia adelante; es renuncia que evade los diferentes caminos por andar. Morirse en vida es padecer una muerte prematura, es el beso que no se da, la prosa que no se escribe, el barro que se cuartea estéril sin el soplo creador, es abrir el sarcófago con las propias manos para introducirse en él (¿voluntariamente? ¡Por supuesto que NO!) inconcientemente. Sin embargo, para contrarrestar esa muerte anticipada es necesario buscar el antídoto de la resurrección. Es necesario reencarnar los huesos, limpiar los olvidos, acomodar los tiempos y las cenizas, y sustituir el antiguo obituario por una nueva fecha de nacimiento. ¿Cuántas veces has despertado en el transcurso de la vida y has decidido levantarte y andar como lo hizo Lázaro hace más de 2000 años? ¿Y después de renunciar a ese final intermitente, cuántas veces has vivido de verdad, es decir, cuántas veces te has atrevido a abrir la piel de tus sentidos y le has levantado la falda a la vida para sentir sus muslos suaves y su sexo de miel?

miércoles, 1 de julio de 2009

Volar es cosa de hombres


¿Hacia dónde has volado cuando tus perseguidores han soltado a los perros, a la rabia desbocada, a los demonios y a las almas que penan y que buscan venganza? ¿Hacia qué cielos has metido tus alas buscando salvarte con el pensamiento, con la memoria de tus manos, con el latido pausado de tu corazón? ¿Cuáles son los últimos reductos de tú libertad en que has podido volar a plena luz? ¿En qué mar aéreo te has convertido en ave abrazando tu luminosidad interior? ¿Por qué motivo has aprendido a batir tus alas hacia lugares lejanos? Los días dejan tras de sí un halo de belleza que se posterga para el recuerdo en el porvenir. Todos los movimientos de ánimo conducen a estiramientos del alma en el plano de una existencia a ras de piso o a ras de cielo. En ocasiones los vuelos sólo son inmensos desplomes (a la boca del olvido) desde las elevaciones ya alcanzadas. Otras veces, los vuelos son pequeños instantes en que los pies se separan del suelo, casi idénticos al inocente brinco de un bebé de dos años, o audaces y auténticos como saltos de huracanes ingobernables. Aún así, volar es el movimiento que genera una idea de libertad perdurable. El vuelo representa el lugar a donde cada quien se dirige pensando encontrar un Nirvana personal. El vuelo es el medio para salir del infierno, para limpiarse las alas, para poner en un bocado lo inabarcable. Volar es cosa de ángeles que gravitan o que caen sin otro destino que la perdición, pero volar también es cosa de hombres, de esos seres que aún sin alas saben elevar sus miserias cotidianas hasta cúpulas celestiales. ¿Hasta qué bóvedas etéreas has llegado? ¿Acaso hasta un sueño hecho del barro cotidiano de la vida; hasta una emoción transformada en un corcel de sangre galopando tus venas; hasta un pensamiento voluptuoso lleno de posibilidades estéticas? Volar es cosa de hombres… y caer desde las alturas, también. Sin embargo, aunque de las caídas puedes morir, es verdad que de las elevaciones supremas puedes cosechar el ritmo perfecto de tu justificación existencial.