sábado, 11 de julio de 2009

Escribir viviendo


Cuando la vida puede encerrarse en un recuerdo nítido, en una postal lejana, en la escritura de una canción, en un canto de imágenes y de movimiento, entonces la vida se concentra en un símbolo intenso que representa la emanación de la luz. Cuando la vida se vive a pelo y por ella se apuesta todo, entonces se convierte en una auténtica justificación existencial. ¿La has sentido? ¿Te ha escarificado la piel, se ha amamantado de tus latidos, de tus emociones, del aire que se filtra en tus alegrías? Justificarse en este cosmos es saberse conciente de lo que se es como ser individual, es poner en movimiento lo que se sabe, es buscar con el conocimiento y con el estar las necesidades propias. ¿Dónde queda el canto de la alegría cuando la noche se extiende en la porosidad del alma y del esqueleto de forma integral, extrema y llena de alturas y de vuelos perfectos en acantilados infinitos? ¿En qué parte del corazón nace una nueva esperanza sin protuberancias en la sangre, sin barriles de pólvora a punto de explotar y con amortiguadores de emociones? Cuando la justificación existencial llega al puerto que soy, el navío donde voy como un pasajero pirata lleva en lo alto las velas negras del movimiento, una bandera tatuada en la esperanza e implacables corceles remeros que me impulsan a improvisar leyendas en el océano donde escribo viviendo.

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