sábado, 18 de julio de 2009

El polvo definitivo

Del barro nacen las alegrías, el amor y la carne que se pega a mis huesos para caminar vivo. Del barro surge el aliento que, algunos (más bien, muchísimos) llaman, divino. También del barro se desprenden los motivos que invitan a levantarse del piso para empezar a levitar con suspiros y esperanzas. Soy una pieza modelada de arcilla y agua. Echada al mundo a experimentar la vida. Y sólo andando en ella conozco de sus colores y perfumes. Me entero de las cualidades humanas, de sus vicios y de sus escándalos. Me baño con texturas de aire que dejan sobre mi cuerpo un polvo atomizado que se acumula formando células nuevas. Ante esto observo saldos y novedades. Soy otro siendo el mismo. La diferencia está en mi origen de barro. El polvo del camino y la ceniza que dejan los días andados, la tierra que se pega a mis zapatos descalzos, las piedras que se agregan al sendero, los terrones que piso, el lodo y el fango seco donde me hundo, todo me recuerda de donde vengo: mi principio y, al mismo tiempo, todo me recuerda mi destino: el polvo definitivo en la llanura universal. Pero mientras, mi necedad es grande y pierdo las horas del día en un diluir preciso donde asombrado me entero nuevamente que, en la humildad de la galaxia, todo nace del barro.

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