miércoles, 29 de julio de 2009

Analgésicos y pomadas

Plumas con viento, grecas sin mar y suspiros de cosmos habitan en los pequeños rincones en donde también guardo el corazón. La carne es la fortaleza de donde la materia madura propiedades metafísicas. ¿Has visto de donde brota el manantial que sacia la sed de la creación, que cura las heridas del ánimo, que protege contra sortilegios devastadores? Si la vida se consolara con tomar un par de analgésicos diarios para elevar nuevamente las alas después de la caída, si un ungüento, una venda de yeso o una receta de vitaminas y suplementos alimenticios fueran suficientes para sacudirse el raspón, limpiarse la tristeza, desprenderse del polvo viejo de los huesos que se empeñan en abandonar el encuentro con el destino, la vida tendría cuerda para rato. Pero las cosas están hechas con proyectos de arcilla, con sueños y con piedras nacidas en los zapatos, con estados de ánimo que suben y bajan y con termómetros que miden el desaliento y las ganas. El alma necesita de otras medicinas, de diferentes componentes espirituales, de sustancias que no tienen materia. ¿Tan sólo por perder el apetito has vertido tu copa llena de bendiciones sin probarla siquiera? ¿Sólo por desgana, por falta de motivos o porque la esperanza te desahucia has arrojado al abismo los restos de tu vida, lo que aún puedes ver con tus ojos, la respiración febril que te dejan las madrugadas en que te sostienes de la delgada línea del amor?

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