lunes, 27 de julio de 2009

La soledad que amo

La soledad que amo se contrae, brama y renace en mi pecho como una mariposa que pierde y gana polvo en cada flor. La soledad que quiero es la madre de mis compañías, la que regenta los apetitos con que suelto mis ojos al mundo, la que surge de entre el salitre que deja la humedad en los muros de la memoria. La soledad que deseo es un animal torvo de lento y denso cuerpo que se alimenta de mi más longeva conciencia y que tiene por empeño escribir mentiras jugando a derramar abecedarios de tinta china. La soledad que temo es la que entre multitudes sigue estando sola, es la que no sabe amar el son que cantan los amores prohibidos, la que come bagazo olvidando la miel de la fruta jugosa, la que muerde de impotencia y desolación. ¿Te has sentido solo cuando te acompañas a ti mismo, cuando una marea de personas conocidas te ahoga entre olas que no te reflejan? ¿Has disfrutado de la compañía de ese estado próspero que te induce a reconocerte sin sentencias draconianas, sin ocultamientos de lo que eres, expuesto como un mapa que revela todos tus secretos? La soledad que amo es la que no me desampara, es la que inventa en mi sangre cardúmenes de peces que me hacen estar satisfecho de lo que hago y digo.

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