miércoles, 1 de julio de 2009

Volar es cosa de hombres


¿Hacia dónde has volado cuando tus perseguidores han soltado a los perros, a la rabia desbocada, a los demonios y a las almas que penan y que buscan venganza? ¿Hacia qué cielos has metido tus alas buscando salvarte con el pensamiento, con la memoria de tus manos, con el latido pausado de tu corazón? ¿Cuáles son los últimos reductos de tú libertad en que has podido volar a plena luz? ¿En qué mar aéreo te has convertido en ave abrazando tu luminosidad interior? ¿Por qué motivo has aprendido a batir tus alas hacia lugares lejanos? Los días dejan tras de sí un halo de belleza que se posterga para el recuerdo en el porvenir. Todos los movimientos de ánimo conducen a estiramientos del alma en el plano de una existencia a ras de piso o a ras de cielo. En ocasiones los vuelos sólo son inmensos desplomes (a la boca del olvido) desde las elevaciones ya alcanzadas. Otras veces, los vuelos son pequeños instantes en que los pies se separan del suelo, casi idénticos al inocente brinco de un bebé de dos años, o audaces y auténticos como saltos de huracanes ingobernables. Aún así, volar es el movimiento que genera una idea de libertad perdurable. El vuelo representa el lugar a donde cada quien se dirige pensando encontrar un Nirvana personal. El vuelo es el medio para salir del infierno, para limpiarse las alas, para poner en un bocado lo inabarcable. Volar es cosa de ángeles que gravitan o que caen sin otro destino que la perdición, pero volar también es cosa de hombres, de esos seres que aún sin alas saben elevar sus miserias cotidianas hasta cúpulas celestiales. ¿Hasta qué bóvedas etéreas has llegado? ¿Acaso hasta un sueño hecho del barro cotidiano de la vida; hasta una emoción transformada en un corcel de sangre galopando tus venas; hasta un pensamiento voluptuoso lleno de posibilidades estéticas? Volar es cosa de hombres… y caer desde las alturas, también. Sin embargo, aunque de las caídas puedes morir, es verdad que de las elevaciones supremas puedes cosechar el ritmo perfecto de tu justificación existencial.

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