miércoles, 15 de julio de 2009

Aseo cardiaco


Buscando olvidar un poco los estragos del pasado he querido hacer limpieza completa en el interior del corazón. Fregar los pisos de los desamores, de los nombres de rencores que se fueron sin marcharse, limpiar paredes donde neciamente se pintan el tedio y los desencantos, sacudir el polvo que dejan las derrotas que no dejan lecciones, los tiempos viejos que envejecen, los odios y los resentimientos que se instalaron en macetas. Si pudiera lavar mi corazón con cloro, desinfectarlo con creolina, hacerlo antiséptico mediante la creencia de nuevas ilusiones. Si pudiera descolgar los cuadros con las fotografías de mis desprecios y guardarlos en cajas que van a la basura. Hacer mudanza sin olvidar la jaula de mis desventuras que acompañan mi locura. Es difícil sacarlo todo. ¿Acaso has podido arrancarte desde adentro un beso que no diste, un recuerdo con raíces, la dura cáscara de una traición? Si fuera sólo cosa de echarlo por la ventana cada año me llenaría de cachivaches para después hacer un tiradero. Pero resulta penoso y duro hacerlo bien. ¿Los vicios y los temores tendrán que salir por las arterias, desaguarlos entre sangre y leucocitos? ¿Las caídas y el andar cansino en arenas movedizas, la muerte de los ideales, los sueños en los cajones, las uñas rotas, por dónde se tiran? ¿Se meten acaso en bolsas negras de basura? Y mientras tanto, las cosas bellas quiero que se establezcan para siempre, que lo bueno resulte florecido y lo bello sea bendito una vez más. Quiero enmarcar a la esperanza en lo más iluminado de mi corazón, adquirir nuevos hábitos y pulimentar los retos que me hablen al oído. Quiero alfombrar el suelo donde piso con vivencias claras y frondosas, pintar los muros con estampas de la vida en desarrollo, decorar con ornamentos y vitrales donde se reflejen las diferentes etapas de una sonrisa perdurable.

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