miércoles, 8 de julio de 2009

El puerto


La madrugada cae desde lo alto de la noche y se fragmenta en preguntas que sólo a veces respondo. Hay principios obligados y finales desfallecientes en la continuidad del recorrido. Hay inmersiones en aguas profundas, en necedades permanentes, en incógnitas que no se rebelan y en regresiones que no llevan al verdadero origen. Hay vanidades que se suicidan y humillaciones que se enaltecen. ¡Bienaventurado el hombre y su psicología! ¿Te has explicado por qué respondemos así, como si fuéramos seres nacidos para la eternidad? Sin embargo, el hombre es una embarcación que carga su puerto a cuestas. Y siempre, con la premura de zarpar al infinito, olvida sus limitados alcances y sólo llega al borde más conocido de sí mismo. Pensando que el universo es bendito, el hombre no eleva una sola oración a nombre propio y se ve envuelto en imaginaciones ilusorias y en falsas esperanzas.

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