martes, 14 de julio de 2009

Entre las piernas de la ciudad


Mis pasos son como impávidos labios que serpentean la piel de cemento de la ciudad. En ella encuentro lo que la vida ha postergado en rincones, calles y paredes. Hasta la gente ha encontrado su lugar en el tiempo y en resquicios de espacio habitable. Las piernas de la ciudad se abren para que se introduzca el ruido de las multitudes en las plazas; los gritos mudos de los perros que ponen a secar sus pellejos en el pavimento; las marchitas esperanzas de las prostitutas exaltadas en las esquinas; los olvidados hoteles donde no se duerme porque se ama y se mata lo que, entre sábanas sucias, se mueve saturado de lujuria; los locos sueltos que derraman olvidos en los mercados y se bañan en las fuentes públicas de los parques. La ciudad sobrevive a pesar de que miles de personas la parasitan con desechos, pisadas, muerte y desmemorias. La ciudad crece con antiguas prótesis y con ensayos fallidos de modernización; crece bajo la tierra con ampliaciones de drenajes profundos, túneles perdidos y pasadizos de la época colonial; crece y se expande hacia los cielos (casi como si tuviera alas... de concreto y acero) en forma de puentes peatonales, alumbrado eléctrico y postes con sedosos cableados infinitos. Y lo mejor de todo es que la ciudad crece hacia lo que llevo dentro y me parasita con imágenes que insaciablemente se reproducen en lo que soy. No puedo olvidar el destiempo de los muros, las puertas desvencijadas, los edificios arcanos y las fisuras del adobe en las casas derruidas. No olvido los graffitis en los muros que hablan de desamores, de gritos anegados, de necedades privilegiadas, ni olvido los callejuelas en que me pierdo persiguiendo supuestos inventados, las banquetas donde descanso mi andar de besos de serpiente, los pórticos en que disfruto el sentimiento de ser un extranjero pisando baldosas conocidas, los templos donde siempre hay cristos en la cruz, paz artificial y olores a tiempos milenarios. ¿Has sentido la alegría que deja recorrer la piel de una ciudad con escalones que llevan al mercado? ¿Has sabido encontrar sorpresas en lo conocido, sentarte en un parque para cansar tu mirada viendo el ir y venir de la gente en los viejos vecindarios?

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