miércoles, 22 de julio de 2009

Los ojos del vencido

Lo peor de la derrota es no ganar una lección. ¿Qué tanto aprendo entre caídas, con raspones en los codos, con heridas supurantes y dolor y desencantos? ¿Qué tanto gano al hacer cuenta de mis fracturadas costillas, de mis bolsillos descosidos, del frío que hiberna en mis ilusiones? ¿Qué me dejan los aplazamientos con la vida, los encuentros sin Dios, la cuenta perfecta de los escalones que desciendo cada año, las pulsaciones a destiempo, el kilo y medio de vendas compradas, los ungüentos, los curitas, las pomadas? ¿De qué me sirve conocer el sabor mineral del polvo del camino?

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