lunes, 27 de marzo de 2017

Inmune a la vida

Me pongo a pensar sobre lo que será del tiempo cuando ya no esté interesado en su lento desplazamiento, lo que será del mundo sin mi corazón para quererlo, lo que sufrirá el espacio donde duermo cuando mis sueños ya no despierten. La muerte es un destino común para todos al que nadie quiere dirigirse, una estación ferroviaria a muchos kilómetros de aquí, un puerto inseguro en el que atar la barca no da certezas. ¿Qué has dejado de herencia al mundo estando vivo? ¿Qué heredarás a las cosas cuando mueras? Supongo que me echarán de menos el sillón donde me mezo, los libros que ya no tocarán mis ojos, la soledad que amo al quedarse sola. Me extrañará el aire que se metía en los laberintos de mis suspiros, el gas que era alimento de mis sueños, la materia real que me hacía sentir arcilla en el invento de moldearme a mí mismo.Me echará de menos el espacio desocupado por mi cuerpo, el breve goteo de arena cuando lloraba a solas, la insoportable ingravidez inhumana de ser inmune a la vida. Le haré falta al destino para desafiarlo en un volado, en esa apuesta donde se juega todo y donde se paga con la vida. Seguramente cuando muera me notarán ausente mis zapatos viejos; las piezas de ajedrez que ya no mueva; la pelota de frontón inerte en el olvido, carente de las caricias de mis puños. Sin duda alguna me echarán de menos, me querrán de más, les haré falta.

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