miércoles, 15 de marzo de 2017

La voz de la palabra

Escribo por escucharle, por darle la oportunidad a mis palabras de tener lo que les hace falta: una voz que los resucite y reencarne. Mis textos encuentran en su lectura el complemento que alcanza a decir lo que supuse dirían. Es extraño, pero cuando yo leo en voz alta lo que escribo, mis palabras pierden compostura, trastabillan, caen al piso, se arrastran, se levantan con las rodillas raspadas, los huesos doloridos y avanzan con defectos. Cuando ella lee lo que escribo hasta el texto brilla. Encuentro que el lustre de la voz le da al significado nuevos significantes. Su voz endulza lo que en mí es torvo, alinea los horizontes, confirma las certezas y propone una mejor interpretación. Cuando ella lee lo que escribo mis letras ya no son de ceniza, se tornan fuego vivo y hacen sonreír mis sombras. 

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