jueves, 30 de marzo de 2017

Entrar de viaje

Salir de paseo siempre ofrece una entrada a la aventura. ¿Alguna vez has intentado contradecir los términos de las palabras y has entendido que pueden llegar a significar algo más completo? Salir de paseo siempre será ir a un lugar próximo o distante, pero a fin de cuentas será moverse para estar ahí: en el campo, en la ciudad o en el mar. Entrar de paseo ha de significar entonces quedarse en un sitio y abrir los ojos hacia adentro. Hay días, sobre todo muchas mañanas, en que permanezco acostado en la comodidad de mis sábanas. Ya la claridad mete sus rayos de luz por las grietas de las cortinas. Ya los ruidos de la calle empiezan a ladrar. Ya alguna voz de algún pendiente me dice que me levante y ande. Pero yo no hago caso y me sumerjo bajo la cálida tierra de mi madriguera afelpada. Como si fuera un oso hibernando me sumerjo en el beso del descanso y entro de paseo. Viajo lejos porque regresa mi mente a la infancia de hace más de treinta y cinco años. No entiendo por qué son cosas inolvidables, imágenes indelebles que representan una realidad verdadera. Entonces vuelvo a mis territorios infantiles y comienzo a sentir de nuevo la tierra bajo mis pies descalzos, la lluvia en mi rostro mientras alzo la mirada para ver las borrascas de un azul plomizo, el frío que cobija y que hace entender la vida. Entrar de viaje al pasado me ayuda a saber lo que fui y a no perder mi identidad. Me ayuda a recrearme en épocas felices y a encontrar los principios de lo que soy en lo que fui. Me sirve para seguir viviendo un poco más antes de levantarme de la cama, los sábados y domingos, antes de ponerme el traje de adulto y empezar con las labores. ¿Has entrado de viaje sin gastar un peso, sin hacer maletas, y sin formarte en los andenes de ascenso para abordar el autobús? Si lo haces a menudo o de vez en cuando, es bonito regresar cargado de recuerdos para compartir con los amigos.

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