martes, 28 de marzo de 2017

La tabla química de mi alquimia

Quiero ser el alquimista fecundo que convierta la plomiza tristeza en lustroso oro, que sepa transformar unas onzas de pesar en medio nanogramo de luz, que cambie una laberíntica mente llena de sombras en un camino llano bajo el sol. La tabla química de mi alquimia tiene elementos necesarios para mi vida: el oxígeno de un aliento de mujer, la sonrisa de oro con que me saluda el porvenir, el cobrizo destello de una verdad de raza pura, el carbono de la carne que me sustenta al andar, la plata que derrama la luna sobre la mar solitaria y profunda, el calcio adherido a mis huesos que soportan el tiempo, la caída de plomo que sufro y que hunde mis pasos en el arenal, y el helio que es la sangre con que me logro levantar de los tropiezos.  La tierra que piso es suave cuando la beso con los pies desnudos. El aire crespo e hirsuto que me presta sus labios al volar en tardes nubladas me sabe a fresa madura, carnosa y etérea. El fuego cálido de tus muslos suaves me encadena como una boca guarda el beso que promete dar. El agua con sal de mar con que mi vida llora por estar fiel a la existencia. Me alimento del cacao amargo caído de la planta virgen. Bebo del elixir que gotea por la fisura por la que la existencia se diluye. Cuento las arenas que caen como verbos conjugados en un tiempo eterno. ¿Has enumerado los elementos que te forman y que te hacen ser una fórmula química dorada al sol por un aliento divino? ¿ Has sujetado en la explanada de tu mano la tabla periódica que te hace ser, entender y suponer un puñado de verdades que se esparcen en el tiempo como arenas arrastradas por la noche?

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