lunes, 14 de febrero de 2011

En el borde de la arena

Somos de carne que transforma su apariencia, de cartílago que endurece, de huesos que son filtrados por el tiempo. Estamos hechos de nubes pasajeras y de polvo que deja a su paso el universo. Nos alimentamos de efímeras esperanzas y devoramos, insaciables, quimeras y utopías. Estamos marcados por un destino que en su mano porta un manto negro cubriendo una calavera. Creemos en la dilución de las estrellas, en que todo el infinito se extiende tan sólo al final del callejón. Suponemos como algo verdadero la terminación de los ciclos después de una duración establecida. Somos un brote de brevedad, un ligero gas elevándose por una fisura en el cielo. Somos parte de los desesperanzados porque no esperamos lo imposible, porque marchamos con esperanzas personales que nuestros prójimos ponen en duda. Vivimos en el filo de una navaja de rasurar oprimiendo la yugular, nos movemos en el borde de las arenas del tiempo, practicamos nuestra religión en la dispersión de las multitudes. Somos el granito que se diluye en barro, la arcilla que se ablanda con la lluvia, el charco que escurre por el desagüe. ¿Cuántas veces te has sentido eterno y dueño de la materia que compone tu alma? ¿Con qué mano has sido capaz de gobernar el destino brioso y violento con que vives a diario?

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