martes, 15 de febrero de 2011

¿Persigues al viento?

No es posible sujetar nada de forma definitiva. Lo único que se tiene es un instante que se fuga a cada instante. No hay acumulación de historias que resistan la aridez del tiempo. No hay cofres llenos de vivencias que permanezcan intactos por siempre. No hay perpetuidades sostenidas. Todo es pasajero como lo es el tiempo que dura la palabra escrita, como lo son las décadas que tarda en desintegrarse el hueso del dinosaurio en la arcilla. La duración de las cosas y de las circunstancias de los hombres son fugaces de forma idéntica a la fugacidad del sol. ¿Dónde se puede guardar de forma segura lo etéreo y lo efímero? ¿Dónde puede permanecer eternamente lo pasajero? Querer salvar del naufragio lo que se tiene es igual que perseguir el viento asiéndolo con las manos. Las duras jornadas de trabajo a lo largo de una vida no son para resistir el invierno de la nada. La muerte con sus óseas alas ordena los semáforos que dan paso a la ceniza o que retienen a la gente viva sobre las banquetas. Si todo se pierde algún día donde ni siquiera las maldiciones son eternas, ¿cómo has podido defenderte del filo del verdugo que acaricia tu cuello? ¿A qué verdad has encomendado tus rezos personales?

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