domingo, 27 de febrero de 2011

Oídos necios

Los soportes del cuerpo a la hora de la ira truenan como eslabones agrietados. El enojo es un nido de buitres hambrientos que picotean con violencia incontrolable las manos de quien los alimenta. La molestia cala profundo cada vez que los intestinos lanzan mordidas de rabia hacia las piernas desnudas de las transeúntes. Un hombre enojado es un arma disparada contra él mismo porque puede matarse lentamente con sus propias segregaciones viscerales. La ira tiene la capacidad de trastornar el pensamiento y las emociones, de impulsar la sangre hacia la destrucción, de abrir los diques para que escape la barbarie. ¿Has instalado en tu cabeza unos oídos necios que ignoren toda palabra dicha de la boca de la provocación? ¿Has aprendido a sujetar a los entes carniceros que brotan de tu sangre cuando la ira les da el disparo de salida?

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