domingo, 20 de febrero de 2011

Arrinconado a ser mi nombre

Enganchado a un absurdo hecho a la medida. Arrinconado a ser mi nombre y lo que suponen de mí. Sometido a primigenios temores. Juzgado por mis propios argumentos. Condenado por las manos que esto teclean. Indultado por una esperanza que supone una luz bajo la cama. ¿A dónde has ido con la condena a cuestas? ¿Cómo has caminado tan lejos con el fardo sobre tu espalda? El bulto pesa, pero las piernas son más fuertes. Nadie puede derrotarse en el camino ya que está prohibido tirarse de bruces en espera del final. El sueño nuestro de cada día alimenta a los cansancios y los limpia de toda felicidad y de toda tristeza. Lo que se carga a diario es sólo un costal de cosas: huesos, tedios y un par de dichas, promesas que ya no prometen, la salida en hombros de un día común, las 50 alternativas finales de algo que nunca fue, un cáncer que crece junto a la cirrosis, la suposición de una dicha venidera, la cuesta por subir de cada día. El cansancio es cosa ordinaria y el costal que queda después de una jornada se llena y se vacía de igual forma como puede llenarse y vaciarse el universo.

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