miércoles, 16 de febrero de 2011

¿Lujurias desenvainadas?

¿Has ido por las calles cosechando la imagen de unas piernas descubiertas con minifalda; la postal de unos jeans ajustados incrementando, acomodando o hasta inventando los brotes curvos de unas caderas; la fotografía realista de un escote que menciona con presunción o timidez el principio donde se gestan, como asideros perfectos de la mano, unos senos transparentes? La mujer tiene anzuelos en el cuerpo, en su manera de vestir, en su forma de estar, que aunque no lo quiera lanza al mar de las miradas de los hombres. Con ellos pesca a diario cardúmenes de ojos que escudriñan. También la espalda y la cintura desnudas, las prendas que asoman un tirante o un encaje son trampas donde caen los predadores ojos del hombre. ¿Qué has respondido cuando una mujer pregunta sobre la ganancia que deja mirar a una mujer? “¿Qué ganas con sólo mirar?”, pregunta ella. La ganancia de una mirada está en las ganas de seguir viendo. Y se mira para saber si se está encontrando lo que se busca. Y se busca lo que la testosterona y el apetito primitivo conocen. ¿Acaso has creído que mirar mujeres es sólo cuestión de lujurias desenvainadas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario