miércoles, 30 de noviembre de 2011

Inclinar el vaso

¿Has mirado de frente la espesura del tiempo y has obrado sabiamente retando al destino? Inclinar el vaso lleno para que el agua se derrame no es otra cosa que hacer espacio en él para volverlo a llenar con algo: sueños, hartazgos, retos. Desafiar la brumosa cara de lo que está por venir es tomar la vejez de los hábitos comunes y cortar de tajo su longevidad sustituyéndola con actitudes de mayor volumen. Arráncate las costillas para que nada proteja a tu corazón y sal al mundo y ámalo todo como tú crees que debe amarse. Desafía tu sino y que nadie te de indicaciones y consejos para tu culto de explorador. Exponte a las filosas rebabas de metal que se meten en los dedos cuando tocas las caras planas de la realidad, a las marchitas horas en que parece que la vida gime, a las espinas de los rosales que te amenazan cuando tú los hueles. Ve hacia adelante con un plan en marcha: el de aspirar lo tuyo sin saber cómo vendrá. Desafiar al destino es abrillantar los huesos con el vinagre y la saliva que deja el vivir con la bandera en alto; es doblegar las manos de quien pretende doblegar; es articular los pasos hacia rincones donde hay polvo para marcar huella. Vaciar el vaso tiene la promesa de volverse a llenar. ¿Te has atrevido a volcar tu vaso para que escurra la última gota de lo que llevas dentro sosteniendo tu deseo de llenarlo otra vez?

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