Hay temporadas en que dibujo en cualquier sitio. Las ganas de hacerlo se trompican y lo hacen. Supongo que es la pasión quien manda. Entonces resucito mis cuadernos donde invento garabatos y vuelvo abrir los papeles donde dejé inconclusas mis historietas personales. Y dibujo y dibujo, y pienso, e invento historias e improviso mis más intimas suposiciones. Luego me lleno de dibujar o se me va la gana y empiezo a dejar, en rincones olvidados, lo que hice cuando la pasión me gobernaba. ¿Te has visto seducido por las ganas de nutrir tus propias adicciones, de frecuentar tus gustos y manías? Es fácil. Cuando me da la gana el motor se activa y todo se mueve girando sobre un centro definido. Cuando la pasión se acaba, otra pasión me enciende. Entonces escribo o salgo a la calle a observar gente; o leo mientras ando en camiones o al ir al trabajo; o armo rompecabezas como si estuviera preso; o voy a mi taller a tallar algo, a esculpir la piedra, a hacer una repisa nueva; o llego febril al trinquete o las bardas donde juego frontón. Luego la pasión se acaba y las ganas se van hacia otra dirección y toman formas nuevas inventando nuevos adjetivos. Cuando me da la gana hago lo que me da la gana.
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