jueves, 1 de julio de 2010

El soplo de la ceniza

La ceniza es el pecho robusto de donde la materia mama la leche espesa y llena de vida. De la ceniza surge el abrevadero de esperma que fecunda el ansia uterina de toda sustancia que se mueva, respire o coma. Somos de tierra, venimos del humus, nos dirigimos al barro. Cambiamos carne por despojos. Mutamos todo movimiento de las arterias, todo signo cardiaco y toda pulsación peristáltica, en segregaciones mortales. Lo que vuela, nada o camina en la llanura de la existencia mañana detendrá su marcha, empezará a desintegrarse y terminará siendo un microcosmos de carbono. Polvo somos. Y con el soplo divino de la ceniza se formará la carne del ave, el hueso del mamífero, la piel fresca del humano. Entonces nacerá la vida como oportunidad de recrearse en sí misma siendo otra: hoy insecto, luego hombre. El ciclo seguirá avanzando y dejará rastro como un catálogo vital abastecido con todas las posibilidades de la materia. La vida se nutre de la ceniza. Polvo (que vive, que ama y que existe) somos y en polvo (que ya no vive, que ya no ama y que ya no es) nos convertiremos dejando claro que la transformación de la materia es la constante radical en todo el universo.

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