viernes, 30 de julio de 2010

El tianguis

¿Has sabido meter tus pasos al bullicio de un tianguis? ¿Has comprado en él la vejez del tiempo, cosas antiguas de gente que ya vivió, el sarro de días que no te pertenecieron, libros leídos, máscaras de terciopelo, cacharros oxidados, el diario de un explorador, todas las cosas inesperadas que alguien ya no quiso? En los mercados de chácharas encontrarás algo que te está esperando portando una señal especial, algo que le fue robado a un desconocido o algo que se pepenó de la basura. Una moneda de cristal donde reflejes una ilusión perdida, el nudo de un zapato que te recuerda tu deseo de correr sin destino, la bitácora empolvada de alguien que documentó sus fracasos, sus pérdidas y retrocesos, y que te inspira a saltar el muro sabiendo que hay gente con menos encanto que tú. ¿Has encontrado, al lado de un grumo de humo recluido en una pipa, un signo imperceptible para todos pero transparente para ti, que te ofrece el entusiasmo de una esperanza auténtica, que te recuerda algún trozo del camino, o que te guiña el ojo con susurros sorprendentes? Cosas de estas no venden en las tiendas departamentales que ofrecen artículos nuevos. ¿Acaso temes que el pasado que está inscrito en las cosas usadas despierte en ti a sus viejos fantasmas?

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