sábado, 17 de julio de 2010

La isla donde habito

Alcanzo a sentir que mi casa es como una isla desierta en medio de manglares. Tengo un taller con herramientas donde hago muebles, donde tallo la madera o ensamblo vitrales emplomados, donde esculpo la cantera inventando formas que no se parecen a la prescripción establecida. Tengo unas bardas donde reboto la gosua, una lona o un buche. Tengo un jardín (que también es el cementerio de mi perra más querida) donde soy un portero que se avienta 14 décimas de segundo después de los goles de mis hijos. Tengo una canasta de basquetball donde jugamos "16 imposible". Tengo un árbol donde construimos una casa de madera. Tengo dos gatos que devoran las golondrinas que el verano inventa, y un perro que busca libertad en las calles de la colonia pero que se mantiene atado a la comodidad de su plato de comida. Tengo una barra donde me cuelgo como un mono, la sombra de un árbol plantado un 14 de mayo, un mirador en lo alto de la casa, goteras en los techos, trabajos pendientes de mantenimiento, libreros y repisas donde acomodo papeles, cuadernos y libros de consulta y enciclopedias. Tengo una cama con sábanas delgadas que comparto con una mujer que escucha con resignación lo que yo hablo dormido. Tengo un par de escritorios, un sótano, tres tapetes, una tina donde me sumerjo con sirenas, un cajón guardando cosas viejas que siguen ligadas a mí por un recuerdo. Tengo una computadora y plumillas de caligrafía, tinta china y más papeles. ¿Abandonarías tu pequeña isla por un continente mayor?

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