miércoles, 22 de octubre de 2014

Hoja blanca donde escribo

Mis días sucumben bajo la delgada piel de suspiros pasajeros, de proyectos que llegan para tener carne y hueso, de invenciones perdidas entre lecturas y sueños. Acumulo suspensiones de días que no festejo. Voy al trabajo como una vieja araña que caza a su presa con certeza. Omito nombrarme otra vez ante el espejo simplemente porque ya he gritado mil veces lo que soy. Dejo de ser lo que fui y me concentro en la sorpresa de haberlo sido. Con uñas de gato me afianzo al destino suponiendo encontrar la mejor fecha para empezar a resurgir nuevamente. La alergia que se me mete a los pulmones me engendra por dentro el cáncer de la desgana, me quita la energía y me deja quieto en el sillón sólo para pensar la serie de omisiones que cometo a diario. Busco renacer de nuevo con las lluvias que recuerdo de mi infancia. Busco que la alergia termine y que empiece la hoja en blanco donde he de escribir el nombre de las calles donde he de sembrar mis nuevos pasos. ¿Has pedido al tiempo una tregua para rescatarte de una caída inesperada? ¿Has renacido de ti mismo después de sentir los síntomas del invierno? Sal a la esquina de la noche y anda lento con la sorpresa en los ojos, escucha tu nombre al pasar por los hoteles de paso y comprueba que te nombran desde sonrisas sin dientes y piernas abiertas. Camina un poco mas y descubre el frío. Siente el peso del vacío y luego, cuando estés a punto de desfallecer en la calle y buscar descanso entre la sarna de los perros sin dueño, recuerda quien eres y regresa a casa. Tus libros y el calor del invento de tu soledad te darán la bienvenida al entrar al confort. Luego abre las cobijas, regocíjate en el calor de la mujer que desnuda te acompaña, cierra tu mente y entrégate a la muerte pasajera descansando, olvidándote, del trajín de la vida.

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