sábado, 25 de enero de 2014

El apetito diferenciado

Vuelvo al manantial donde he bebido, me cobijo con las sábanas donde he amado, imprimo la huella del sendero andado. Recorrer los mismos caminos y llegar a diferentes sitios es asunto de un explorador. La cotidianidad no mata la sorpresa. Es la insensibilidad de la piel interna del corazón lo que hace que las cosas aburran, se vean igual y ya no llenen. Mis manos vuelven a las piernas que han sentido, a la mirada que mis ojos han tocado, al sonido de la voz que me ha amado, y que como un eco se ha  producido intensificando su candor. ¿Has estado en el sitio donde la vida se repite sin ser la misma cada vez? Es como el hambre que llega cada día a antojar tu boca, a seducir tus apetitos,  o hasta a volver loca a tu gula. Es la misma hambre la que te invita, la que te empuja a saciarla, la que te obliga. Y en el acto de hacerlo está la magia de sentirlo nuevo, diferente y lleno del sentido de trascendencia que te da saberlo. ¿Has hecho diferente lo que se te presenta igual cada día? 

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