Como un gambusino enfermo de oro voy en busca de
ratos duraderos. Al parejo de la felicidad, que es algo explosivo y sorprendente,
persigo un efímero estado de lucidez que me haga saber delicias secretas con sabor a olvido. Voy buscando bajo mis zapatos los pasos que he dado en mis
andares. Me entretengo con cuentos que me cuento mientras escribo a tientas lo
que siento. Acaricio, como se acaricia
la seda de la piel deseada, un puñado de entendimientos pasajeros que me hacen
saber que hay más dudas que certezas y más
raspones que caricias. Beso, como se
pueden besar los labios óseos de la muerte, los días malos que me pesan, para
encontrar en ellos la dulzura que cualquier alquimista convierte en oro. ¿Has
sabido encontrar la fórmula para cambiar lo que no existe en algo al alcance de
la mano? ¿Has sabido encontrar bajo la piedra opaca del desierto el grano de
luz que te ilumina?
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