sábado, 11 de enero de 2014

Poseer la ausencia

Me divierto con neblinas escribiendo historias en la libreta de las fantasías, suponiendo lo que no es, yendo con el pensamiento hasta lo desconocido. Me entretengo en la espesura del barro que piso al levantarme  jugando una partida de ajedrez que termino perdiendo, haciendo anotaciones sobre el devenir del destino, rebotando la gosua en la barda del taller. Apaciguo mis tristezas y alegrías en los corrales donde hago pastar las emociones. Mis días son calmos después de que por algún motivo se han desbocado. Son claros como cuando pongo la espalda desnuda al sol. Son pronunciados y apacibles como si el tiempo se afectara con algún cuadro de pereza. Entonces me divierto nuevamente con mis cuadernos releyendo las formas con que he mentido, viendo los dibujos que se han caído de mis manos cuando estoy inquieto, rezando las oraciones que invento contra santos y  demonios.  Rescato los proyectos que yacen bajo el polvo y comienzo a reconocer que en mí germinan racimos de inquietudes. Elijo uno y voy lejos. Lo agoto hasta saciarme en el. Luego empiezo a descansar pensando en lo que sigue. Me entretengo con lo que  no sé y abundo en lo que conozco. Las nieblas se espesan y el barro sigue fresco como dispuesto todo a moldear otro Adán. Esto sólo para sacar de su costado a la nueva Eva. Los ciclos empiezan a completarse una vez que se han abierto, sin embargo, a veces necesitan más de una vida para cerrarse. ¿Has estado en el caos  que dota de una nueva esperanza? ¿Te has sentido dueño de nada, precisamente porque lo tienes todo? ¿O has entendido con precisión que has poseído sólo la ausencia de lo que no tienes?

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