miércoles, 15 de enero de 2014

El destino artificial

Con todo el potencial que tiene el ser humano es una tragedia que sea finito, que envejezca hasta el deterioro o que muera. El hombre debería perdurar por siempre, ser inmortal y eterno. Estar en un punto perfectible de excelencia. Buscar siempre la última cima de la montaña, para llegar a ella y empezar a divisar una nueva saliente por alcanzar. Siempre hacia adelante y hacia arriba. La eternidad sería la medida adecuada para emprender todos los proyectos posibles agotando cada una de sus posibilidades. Y nunca se tendría fin. Sin embargo, la vida humana no está a la altura de la realidad. La especie del ser humano avanza sobreviviendo a través de milenios, pero los individuos no prevalecen más allá de algunas décadas. Es trágica la situación, pero es real. Por eso la gente finge que vivirá por siempre, que siempre será joven, fuerte y llena de talentos. Por eso mismo las mentiras crecen y la fantasía actúa inmisericorde inventando paraísos artificiales donde el hombre es eterno. La religión sólo me colmó de joven. Ahora soy descreído de vidas después de la muerte. Ahora creo en el ciclo del carbono, en la inmediatez del tiempo y en la trascendencia mediante la conciencia de sí mismo. ¿Has sentido decepción por saber tu destino? ¿Lo has aceptado con valentía inventándote laberintos para entretención  personal? ¿Lo has mirado de frente y lo has negado con la dulzura del viaje final?

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