Con todo el
potencial que tiene el ser humano es una tragedia que sea finito, que envejezca
hasta el deterioro o que muera. El hombre debería perdurar por siempre, ser
inmortal y eterno. Estar en un punto perfectible de excelencia. Buscar siempre
la última cima de la montaña, para llegar a ella y empezar a divisar una nueva
saliente por alcanzar. Siempre hacia adelante y hacia arriba. La eternidad
sería la medida adecuada para emprender todos los proyectos posibles agotando
cada una de sus posibilidades. Y nunca se tendría fin. Sin embargo, la vida
humana no está a la altura de la realidad. La especie del ser humano avanza
sobreviviendo a través de milenios, pero los individuos no prevalecen más allá
de algunas décadas. Es trágica la situación, pero es real. Por eso la gente
finge que vivirá por siempre, que siempre será joven, fuerte y llena de
talentos. Por eso mismo las mentiras crecen y la fantasía actúa inmisericorde
inventando paraísos artificiales donde el hombre es eterno. La religión sólo me
colmó de joven. Ahora soy descreído de vidas después de la muerte. Ahora creo
en el ciclo del carbono, en la inmediatez del tiempo y en la trascendencia
mediante la conciencia de sí mismo. ¿Has sentido decepción por saber tu
destino? ¿Lo has aceptado con valentía inventándote laberintos para
entretención personal? ¿Lo has mirado de
frente y lo has negado con la dulzura del viaje final?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario