sábado, 10 de mayo de 2014

Bajo el signo de saberse extraño

Mayo tiene sus sombras blancas, ojos castaños, manchas en la piel y figura de madre lactante. Me alimento de mayo como un hambriento de sucesos y de inventorios. Me muevo sabiendo que me quedaré quieto. Llego lejos aún sin levantarme de la cama. Mayo es el autobús donde subo mis pies para transportarme. Me gusta el silencio que no se rompe, la madrugada que extiende su inmortalidad, la lluvia que se hace oler desde las nubes. Me siento cauto con lo que tengo a la mano, y si aspiro a más es porque la voz de mayo me susurra bonanzas. Me dice que puedo tener más hambre de todo porque el desayuno se servirá temprano y las cenas llegarán sin detenciones. Me explica que los regalos están envueltos y que puedo abrirlos antes de tiempo. Me dice que me sirva solo de la mesa que rebosa generosa. ¿Has llegado al mundo en mayo, cuando los pechos maternos del destino contienen la leche que beberás sediento? ¿Has nacido en mayo, bajo el signo de saberte extraño, complejo, apenas un poco distante de la existencia de las drosófilas?

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