jueves, 29 de mayo de 2014

El eco del reflejo

Me gustan las mujeres, la literatura y la vida, ¿ya lo dije? Ando descalzo sobre el barro que viene después de la lluvia, soy como el helecho silvestre que aprovecha el sol que entra por el follaje espeso para sonreír un poco. Me llamo a mí mismo de varias formas porque conozco los disfraces que uso para inventar sonrisas. Elevo plegarias al infinito con las homilías de mis rezos personales. Disfruto los inventos de mayo y las lluvias nacidas cuando el mundo está triste. Misteriosamente me siento alegre mientras llueve. Aunque me canso de hacer lo mismo siempre lo disfruto  mientras no me canso. Y cuando me canso me pongo a hacer lo que ya extrañaba hasta cansarme nuevamente. ¿Te has preguntado si ya te preguntaste algo que te parecía importante, algo que su solución no está a tu alcance? ¿Has visto de frente asomarse, coqueto y lánguido, el liguero de una duda que hace densa tu cabeza? Ya lo dije muchas veces y lo sé, aún así, lo sigo preguntando. Lo que pasa es que busco un eco, un reflejo de luz donde vea mi rostro de otra manera. Lo que pasa es que el mundo es sordo cuando no hablas su lenguaje. 

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