Recordar los sueños
es llevar una doble vida. Soñar es un acto de libertad que está lleno de
atrevimiento y poder. ¿Has creído cierto lo que la piel siente cuando sueña?
¿Has encontrado tus fundamentos existenciales en la materia onírica? De día es
necesario abrir la ventana para que se meta el mundo en uno, explotar los
músculos corriendo hasta que el esfuerzo queme, cerrar los ojos, bajar la
respiración y ponerse a recordar lo que se ha vivido y lo que se ha soñado. De
día hay que recordar si fueron sirenas, hadas o mujeres aladas de redondos y
duros senos desnudos las que susurraron en tu oído el secreto de un orgasmo. En
un momento del día hay que buscar un refugio seguro para revivir recuerdos y
rastrear pistas que lleven a entender lo vivido en sueños. ¿Has soñado con
fantasmas o con gente que ya se ha ido? ¿Los has visto como si estuvieran
vivos, con piel lozana como cuando sonreían felices? ¿O los has oído alegres
como cuando te contaban sus sueños? ¿Has soñado que tienes alas y que vuelas
lejos visitando cielos sobre mares, volcanes en islas y lugares que no existen?
No sé que pasa en mí, pero cuando el olor de la tierra mojada por la lluvia se
mete a mis recuerdos y duermo, sueño. Y sueño y despierto todavía de noche o ya
de madrugada, y recuerdo. Y al recordar duplico, de forma distinta, la vida.
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