viernes, 21 de enero de 2011

Las cosas que no cansan

Metidos en la mochila que el corazón lleva al hombro hay una colección corta de secretos que se amplía día con día. Hay retratos patinados que revelan una esquina de mi alma; el fragmento de una esperanza que me mantiene escribiendo, de vez en vez, en un cuaderno que calcinan mis palabras; la lágrima de sal que ya he llorado. También hay nuevas omisiones en los actos de la semana y arrepentimientos de corta duración, hay nuevas suposiciones sobre el destino que no llega y una vieja lista de cansancios que no cansan. A saber: no me cansan tus senos en mis besos, ni me cansa la curvatura de tu cuerpo anidada en el tacto de mis manos. No me cansa sentir que estoy cansado por andar recorriendo tus linderos. No me cansa escribir el nombre que más quiero empleando los números de mi abecedario, ni me cansa ofrecer la misma pose en las fotos que ilustran lo que escribo, con los mismos versos, con los mismos adjetivos. Y aunque cansado siempre quedo, no me cansa estar cansado. ¿Alguna vez te ha cansado amar lo que dices que amas, besar el chasquido que dejan al volar los besos, lamer el hueso de donde te alimentas?

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