domingo, 23 de enero de 2011

La esperanza es navegable


La esperanza que calienta mis huesos en las mañanas de mayo y que da confort a mi alma en la profundidad de la noche es navegable. Subo a ella un par de remos, mi bandera negra bordada con la palidez de unas tibias en cruz, el mapa que guarda las letras de mis nombres propios, la pócima de amor extraída del último orgasmo de la tarde y un rosario de recuerdos abnegados. Con voz de capitán dirijo mi esperanza. La preparo con destreza prohibiéndome pensar en regresiones. Marco la ruta mirando el horizonte, calibro los cuadrantes con que percibo al mundo, checo el pronóstico del cosmos y zarpo. Empiezo creyendo que la bondad crece pura como azalias silvestres; que entre el nacimiento y la muerte de cada persona existe un minuto de mar, una calma y una idea de lo que es la existencia; que si Dios existe es sólo como un ser incierto e incomprendido. ¿Has experimentado lo que es navegar en la esperanza, ampliando tu visión del mundo, suponiendo bondades y bienaventuranzas?

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