viernes, 28 de enero de 2011

El llanto de los adjetivos

La palabra con que se limpia el corazón debe ser dicha o escrita sin antifaces, con transparencia y sin ataduras. La palabra con que el alma se desprende de pertrechos y de sarros se dice o se escribe en un parto de metáforas y con un llanto de adjetivos. La palabra útil es la que amamanta verbos y pronombres personales, es la que sirve para gestar una frase tirada con aerosol en la barda del vecindario; es una prosa escrita de forma espontánea en las páginas solitarias de un diario personal; es una maldición o un verso que nace en la boca y se desliza por la fuerza de la voz. La palabra que sana, la que tiene efectos curativos en el organismo es la que muerde con certezas lo que hace daño desde el interior. Sabiendo esto, si haz de maldecir, maldice. Hazlo con escozores y con gritos, con desataduras y con cortes de verdugo. Si haz de romper con la voz o con la escritura, rompe. Rompe tus maldiciones, desgarra el mal que respira en tu interior en forma de resonancias de lepras y resentimientos. Usa la palabra para desparasitar tu corazón, para encalar sépticamente las paredes de tu alma. Apoca tus ruidos existenciales diciendo lo que eres, gritando en un abismo lo que te duele, llamando por su nombre a tus parvadas de buitres y demonios, escribiendo en un fanzine lo que tirarás lejos, nombrando simplemente las sanguijuelas en tu carne. ¿Has gozado de salud explotando el efecto terapéutico del llanto de los adjetivos?

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