domingo, 28 de diciembre de 2014

El viaje a pie

Tiene el visitante de esta vida una larguísima ilusión, que cuando se marcha ha de ir triste por salir con las manos vacías. ¿A dónde llevarse algo que no es posible transportar simplemente porque no existe transportador alguno? El corazón, el alma y la mente se llenan con grandes aventuras, pero siempre me ha quedado esa sinrazón. Las maletas del viajero van llenas de artefactos, pócimas y mapas con tesoros, proyectos que se concluyeron, ilusiones nacientes, vicios y virtudes. Pero ¿qué sucede cuando se viaja con maletas desbordantes que guardan libros pendientes de ser leídos, textos personales que no fueron escritos, dibujos y pinturas que no se hicieron, esculturas que se quedaron dentro del bloque, partidas de ajedrez apenas iniciada la apertura, cajas de catorce mil piezas de un rompecabezas que se guardan en su celofán, juegos de frontón que no empezaron, besos de padre, de amante, de loco que no se dieron, tragos pendientes y charlas inconclusas? Cuando el tranvía llega a la última estación y la tierra abre su boca como un túnel que termina de tajo, ¿qué pasa? ¿ Esas maletas a dónde van? ¿Se pierden en el transcurso del viaje al igual que el viajero? Ya lo he dicho de muchas formas, pero es necesario decirlo una vez más. La única salvación a esta vida es la inmediatez de la conciencia, el darse cuenta de que se está ganando todo antes de que todo este perdido. La vida es una cuestión de apreciación y de certezas. Lanza tus dados y gana la partida alegrándote por ganar o por perder. Haz proyectos y tira lejos las piedras que guardas en la mano. Lo trascendente es entender la vida en su momento aunque de este mundo no se salga por propio pie. ¿Has brindado por la sonrisa de tu boca iluminando un pequeño eslabón en tu conciencia? ¿Has simpatizado con tus ideas hasta el punto de creerlas verdaderas?

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