lunes, 29 de diciembre de 2014

Sed de tiempo

Me gusta hacerme mayor cada día. Ganarle un día más al tiempo. Me gusta sorprenderme con la espesura de mis arrugas descifrando sortilegios entre la densidad de mis años. Si viviera eternamente me dedicaría a hacer lo mismo que hago. No intentaría ir más allá de mis dimensiones. Seguiría siendo el ordinario que soy. Continuaría platicando bajito o en silencio conmigo mismo. Pensaría mientras hago reparaciones de la casa, ya cortando el pasto, ya apretando con paciencia los tornillos de otra cerradura que se afloja, ya construyendo un nuevo librero o dándole mantenimiento a una repisa desvencijada. Tendría reflejos de mis propios pensamientos y recordaría las voces que compartí mientras el tiempo hace su recorrido por mi cabeza. Si fuera eterno mantendría el paso que llevo. Seguiría anotando en mis libretas los libros que leo entre semanas. Seguiría escribiendo lo que escribo. Muchas veces sé que pocos entienden lo que sé, por ello seguiría escribiendo como lo hago y seguiría arrojando mis versos perversos y mis prosas leprosas a los ojos de todos. Bien se sabe que el mejor escondite de los vicios secretos y reminiscencias infantiles y pre-seniles es ocultarlos fuera de un escondite. No sé, pero creo que si fuera eterno (y añádole, inmortal) me ocuparía en pensar los mismos temas sobre la vida y la muerte. Supongo que me mantendría haciendo suposiciones e inventando certezas sobre lo que supongo. Creo que creería en lo mismo que creo, pero ignoraría más porque me percataría con mayor certeza de mis míseros saberes. ¿Sabrías escribir una lista de actividades por siglo si aspirases a ser eterno? ¿Podrías imaginar lo que sería de tu vida viviendo para siempre? A veces, muchas veces, casi siempre que estoy solo, tengo sed de tiempo y de eternidad.

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