domingo, 21 de diciembre de 2014

Capiteles de cantera

No me canso de andar las calles visitando la ciudad. Voy a su encuentro entre pasajes de viejas vecindades y casas que se caen a pedazos por el peso del tiempo en sus vigas. Voy sobre su asfalto como un organismo parasitante en una relación simbiótica. Me adentro en la zona de las antiguas harineras y me sorprendo de que siga vivo, mendigando como un delincuente, su hijo bastardo: el cinema Irapuato. Me alejo de ahí dándole mi bendición y mi esperanza. Me pregunto qué pasará con la ciudad el día que muera el último resquicio del cine porno. Hay costumbres que sólo declinan al morir sus parroquianos. Visito su derruido frontón con sus bardas de 36 metros, cuarteadas por el inmisericorde olvido del municipio, pero habitada por sus vagos y por sus borrachos. Ir al "Revolución" a golpear la pelota es como meterse por un buen rato a las canchas del cereso. Estar ahí es como salir de la celda para entrar al presidio. Sin embargo, en mi bolsillo izquierdo guardo la llave que, al estar satisfecho del juego, me permite salir nuevamente a la libertad de la calle. Me enredo devotamente, avariciosamente, en los tianguis de la ciudad. Me gustan por  sus chacharas inservibles, sólo útiles para quien sabe ver, en un mecanismo oxidado de reloj, la estética de herrumbres que deja la mortandad de las cosas. Me gusta porque me encuentro con el hombre de largas barbas canas que recoge basura todos los días y que, precisamente un martes, en el tianguis del tercer mundo me presenta, por 10 pesos, la mágica destreza literaria de Henry Miller en un "Sexus" agobiado por el uso. Y luego, por 15 pesos más,  llega Milán Cundera susurrándome a los ojos una "Insoportable levedad del ser" que, por causas mayores  rechazo. No me gusta tener libros con el moho que dejó la inundación del 74. Sin embargo, las voces de Juan Rulfo, Agustín Yañez y de Gabriel García Márquez me incitan a que siga buscándolos en esa gruta de trastos viejos y trebejos oxidados. ¿Te ha gustado la increíble riqueza del mercado de la ciudad, donde los briagos y las prostitutas ofician la vida a la salida de un hotel de paso, junto a la cantina que vende pulque y sueños que no cuestan más allá de la ilusión de ser soñados? ¿Has visto de cerca el rostro de las fachadas del tiempo que las casas tienen en sus rizos y capiteles de cantera?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario