domingo, 1 de agosto de 2010

¿Para alimentar a la ceniza?

Dicen que caminamos entre cenizas y con preguntas incestuosas que no dejan de morder. Dicen que nos marcharemos algún día entre recuerdos rotos y con prisa, con una ignorancia infinita y sin siquiera un trozo de beso entre los labios. También dicen que a los muertos hay que despedirlos desde antes, desde que aún están vivos. ¿Has andado en tour por el cementerio? Lápidas rasgadas, tierra con olor a tiempos destruidos, floreros de granito resguardando flores secas que duran meses alegrando a los muertos. ¿Has imaginado qué alternativas te reservará el vendedor de criptas? ¿Has calculado para qué te alcanzarán las ganas: para una urna, una gaveta, un hoyo en la boca hambrienta de la tierra? La muerte dejará de tener importancia cuando aborde el cuerpo donde vives, cuando detenga las pulsaciones con que demostrabas tus pasiones, cuando ya no seas. ¿Pero, y tu cuerpo? Ya sin alma, sin funciones, sin un hilo divino que lo mueva, ¿para qué sirve?

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