lunes, 9 de agosto de 2010

El rostro viejo


El tiempo es un rostro viejo que se pega a los huesos. Es árido como la edad de quien lo porta. Tiene manecillas que giran veloces enlutando lo antes vivo. Va sobre el cuerpo incauto de lo que se arrastra movido por algún motivo. ¿Has supuesto el tamaño del reloj que te gobierna desde dentro? ¿Has calculado la utilidad de suponer sus lustros, sus años, sus minutos? ¿O has sonreído indiferente al no importante en absoluto algo tan verdadero? Es mejor andar con pantuflas de algodón para no perturbar la caída de cada parte del reloj de arena. Es mejor silenciar el pensamiento por un rato, olvidar el ajetreo del corazón amando en las esquinas. Es mejor abrir un poco el futuro para intentar leerlo a pesar de tener ojos analfabetas. El tiempo es un rostro viejo que nos hace parecer muy vivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario