domingo, 25 de enero de 2015

También llovió

He visto la lluvia en las banquetas, derramada como el germen de la vida, abandonada como un recién nacido en un canasto, inventada como una explicación sucinta de un tratado de nostalgia. He visto el cambio de piel que deja la inmortalidad al convertirse en algo menos mortal. También he visto una mirada triste en la propia imagen de mis ojos, enmarcando olvidos y esperanzas, o convirtiendo lo permanente en pasajero. ¿Qué has visto desde el patio de las vecindades donde tu infancia alquiló la dificultad de desprenderse del pasado? ¿Que te ha quedado como fragancia del tiempo después de haber visto a la vida deslizarse con medias negras y liguero sobre las calles del barrio? He visto caer la lluvia desde mi ventana y al instante he notado la ligereza de las cosas levantarse de la tierra como si fueran seres con alma de barro. He visto que existe un sólo momento donde los hechos concurren bajo la piel de quien las vive. Y he supuesto que cada uno de los vivos imagina ser tan especial que apuesta a que romperá la cadena de los que al morir se les olvida la vida. Anoche pensé mientras leía y me dí cuenta de que la lectura y la lluvia sólo eran la autopista donde se deslizaron mis pensamientos. Y pensé que el mundo era gris, y grises eran las cosas bajo las sombras que el tiempo deja al andar. Y supuse que lo gris es un emblema interior que cubre los recovecos y las esquinas de la realidad cada vez que llueve. Y entendí que nada es igual a la lluvia, porque sólo cuando llueve uno piensa y supone que el gris es el tono más sensible de la nostalgia ante una eternidad negada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario