sábado, 10 de enero de 2015

Nostalgia sin cura

En casa tengo un pequeño sótano donde guardo cachivaches, cosas viejas y papeles. Es como un almacén del tiempo al que le va bien la acumulación de olvidos y de sombras.  El otro día, buscando una postal de hace años, encontré tesoros, llaves de bronce que me llevan a todo un sarcófago de recuerdos. Hallé testigos de lo que fui hace a penas 20 años. Encontré mis voces dormidas en libretas y en un abultado folder donde metía hojas escritas a máquina con tipografías que simulaban textos manuscritos. Encontré flacos versos y blancos huesos, argumentos de mis suposiciones y orígenes de mis creencias, dibujos atrevidos y muchos bocetos de historietas inconclusas. Encontré los cuentos que le escribí a nadie y muchos indicios de que todo lo que escribí lo hice en temporada de lluvias. Me di cuenta, releyéndome como si fuera otro, que más de la mitad de mi vida he padecido una nostalgia incurable, nostalgia por los asuntos del infinito y de la eternidad. Y entendí, al momento de ver las cenizas que quedaron de las letras que escribí, que sigo estando en el mismo lugar de cuando apareció la primera conciencia de lo que soy. He leído más libros reconociendo en ellos mis ideas en otros, he escrito con certeza lo que no he encontrado en lo leído y he imaginado encontrarme con pensamientos que me parezcan inauditos. He andado mucho, pero no he ido a ningún otro lugar que rebase las fronteras de mi entendimiento. ¿Te has percatado de que volar alto no siempre te lleva a lugares distintos del suelo? Limpia tus palimpsestos de lo que dicen actualmente y descubre en lo que fuiste lo que habías escrito hace años en tu alma. ¿En realidad el viaje a través de los años te ha dejado abultadas cicatrices con vidrios dentro?

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