lunes, 12 de enero de 2015

La perra vida

Salgo en bicicleta a abrir la tarde a pedalazos y me encuentro la sensación que me muerde las entrañas cada vez que veo un pobre canino atropellado en la calle. Esta vez es un perro avejentado por las malas roñas y por los tiempos asesinos. Un perro negro de poco cuerpo. Aparentemente un bulto de pelos donde la basura que el viento arrastra se engancha de forma pasajera. Me entristece el dolor de los animales y la mala muerte que les toca vivir. Me agobian los ásperos corazones de la gente que no respeta la esperanza que la vida tiene de sobrevivir en el movimiento de un perro. Desventurados los ingratos que asesinan sin piedad el vagabundeo de los animales callejeros. Hijos de su agria existencia los que se creen dioses siendo sicarios. Malnacidos aquellos que pisotean las flores que habitan el pavimento. Malditos los que matan por no entender la vida, los que creen que el canto del pájaro en la rama debe marchitarse, los que ignoran la maravilla de la existencia manifiesta en el cuerpo del escarabajo. ¿Has caído en la cuenta de que el caparazón más duro de la tortuga es más suave que el empedernido corazón del humano que asesina sin razón? La vida tiene sus fronteras y sus mapas. ¿Has sabido leer bien el porvenir cuando un perro se ha cruzado en tu camino? 

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