domingo, 2 de agosto de 2009

Estado de ebriedad

Las emociones agresivas que me nacen por el estrés del cuerpo se conducen en estado de ebriedad. Son salvajes que se suben a las glorietas, a los oídos de la gente y derriban los señalamientos de precaución sin importarles las restricciones en la zona de hospitales y de escuelas. Mis emociones no respetan el paso de peatones. Embisten, como cafres urbanos, lo que respira y vive sobre el pavimento, lo que se baja de las banquetas. Atropellan perros y se pasan las calles y avenidas sin importar el semáforo en rojo. Van sin licencia de conducir y tienen prisa de llegar a la última estación sin que nadie los infraccione. Las emociones que emergen de mi costado izquierdo son conductores suicidas que buscan en el asfaltado cielo un desahogo, una válvula de escape, una nueva raza de esperanzas. ¿Has tocado el claxon de la desesperación motivado por el síndrome del conductor? ¿Has necesitado sacar de tu pecho las emociones estacionadas por largo tiempo? ¿Has atropellado a alguien con lo que sientes?

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