sábado, 19 de octubre de 2013

Los aparentes imperecederos

Como cada día  la aventura se abre como posibilidad infinita andando por caminos limitados. Las razones siguen siendo las mismas, pero los sentidos ofrecen una percepción diferente. Más cosas se añaden a lo ya acumulado: saberes, sentires, haceres y suposiciones. El corazón del hombre parece ser una vasija de obsidiana que resguarda lo valioso y desecha lo trivial y pasajero. Pero si la existencia es tan efímera como el pensamiento deduce,  ¿por qué lo volátil y fugaz pretende llenarse de bienes? ¿Has respondido con negaciones cuando la vida te ofrece acumular cosas, objetos, pretensiones, esperanzas? ¿Has evadido guardarte en los bolsillos las más frescas ambiciones sobre el presente y porvenir? Sólo los imperecederos podrían tener la idea certera de acumular bienes para su uso prospectivo. Sin embargo, es la biología quien nos miente. Nos engaña con la orden de tener sólo como una indicación de supervivencia inmediata. Sobrevivir para siempre no es posible, pero se da en el pensamiento, en la creencia que supone que a la gloria se llevan maletas cargadas de lo que se fue. El engaño no es divino, sino natural. Así es que resguarda tesoros, acumula victorias, embolsa y empaqueta recuerdos. ¿Has dudado de que los usarás algún día o has tenido la certeza de que así será? Es mejor vivir creyendo lo mejor.

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